Presentación de un cuento de
Ana García de Motiloa
(publicado en EL CORREO-LA OPINIÓN DE ZAMORA, el 17/07/2017)
(publicado en EL CORREO-LA OPINIÓN DE ZAMORA, el 17/07/2017)
Estudios de actualidad, referidos a las limitaciones que en el campo de las actividades diarias sufre
el niño como consecuencia de una hospitalización, revelan que las secuelas
psicológicas están presentes en estos pacientes, pero que pueden ser contrarrestadas, compensadas o prevenidas
mediante diversas actuaciones pedagógicas y terapéuticas.
Una de las medidas más relevantes puestas en marcha por las
diversas administraciones autonómicas es
la creación de aulas hospitalarias, con la finalidad
de paliar los efectos negativos que la situación de enfermedad e
internamiento puedan ocasionar en el proceso de maduración, desarrollo y
aprendizaje del alumnado enfermo.
Con el fin de proporcionar a estos pacientes en edad escolar, durante su estancia de recuperación y para que no pierdan el ritmo y sufran un
retaso escolar, las aulas hospitalarias
desarrollan una metodología centrada en la individualidad de cada niño y
adaptada a sus necesidades específicas.
Como recuerda Serradas Fonsecas,
citando a Geist (2002), “los admirables logros
técnicos de la medicina moderna parecen eclipsar en gran medida, los aspectos
humanos del tratamiento de la enfermedad. Sin embargo, no debemos olvidar que
la psicología y la humanidad del tratamiento son especialmente necesarios en la
preparación y cuidado de las criaturas, durante y después de la hospitalización”.
Voy a
describir un trabajo específico desarrollado en un aula hospitalaria, referido a la creación de cuentos
dirigidos a niños hospitalizados, enfermos en sus casas y en general al mundo infantil.
La autora, Ana García de
Motiloa Gámiz fue profesora durante 23
años en el aula educativa del
Hospital Universitario Araba (HUA), sede Txagorritxu, en Vitoria, sus cuentos
pensados para niños hospitalizados, han sido
editados por Osakidetza y el Departamento de Educación del País Vasco en agosto de 2015.
Estas publicaciones no se comercializan. No
obstante, se puede consultar su contenido en internet en esta dirección:
“Cuentos para el
hospital-Osakidetza”. Al final de la guía informativa en PDF, se indican
dos enlaces para acceder a los cuentos, escritos en euskera y español, aunque en la
edición impresa está traducida a cinco idiomas: español, euskera, francés,
inglés y árabe.
Las ilustraciones muy elaboradas tanto en el dibujo
como en el color son obra de las hijas de la autora Raquel y Maialen Gonzalo.
Ana García, con la que he tenido la
oportunidad de hablar directamente de sus experiencias en la faceta de educadora y
escritora de cuentos infantiles, indica
que éstos constituyen parte de una
colección de seis títulos adaptados a niños de educación infantil, extensivos
también al primer ciclo de educación primaria.
Resalta
que “he procurado utilizar el humor en
los cuentos como estrategia educativa para ayudar a los niños enfermos a
afrontar de forma menos traumática los sentimientos y emociones hostiles”
Cinco Loritos, tiene como
finalidad, mitigar y en cierta medida
controlar emociones con gran carga
afectiva: miedo, angustia, soledad, etc., utilizando el cuento como medida
terapéutica de probada eficacia. Utiliza en sus narraciones como protagonistas
personajes ficticios, adaptados a la sensibilidad infantil, con los que se
identificará y le servirán de guía para comprender su enfermedad, mediante el
conocimiento directo del entorno, afianzando la confianza y desmitificando la
angustia durante su estancia hospitalaria.
“Don Hospital”, personaje básico inicia el relato que complementa esta primera entrega de cuentos, junto con estos protagonistas: “Doña Pincha
Jeringa,” “Don Tensio Metro”, “Don Mendo Fonendo”, “Don Depre Sor” y Don Oto
Escopio”, referentes de instrumentos quirúrgicos con los que el niño toma
contacto, y hace que la carga negativa
de sus actuaciones resulte más soportable para el escolar hospitalizado.
Nos introducimos- como espectadores-en el interior de las páginas para
traducir las palabras y los colores
brillantes de sus ilustraciones en imágenes y sensaciones que conforman un universo donde la alegría, el amor y la ilusión devuelven la sonrisa y encienden una luz de esperanza en los
niños.
“Don Hospital” abre la puerta a este rincón de la fantasía, mostrándonos su
casa que “se hace grande, grande, grande para que los niños y niñas puedan
estar cómodos en sus camitas”
“Doña Jeringa” a pesar de la agresividad de su oficio “no le gustaba nada,
nada, nada hacer daño a los niños y niñas y se iba contenta, porque gracias a su labor ellos estarían mejor”.
Los demás personajes que van
apareciendo en los diferentes cuentos, son asumidos por los niños con
curiosidad y expectación. “Don Tensi” ilustra a los pequeños con una incipiente
lección de fisiología humana, indicando “cómo circula la sangre por el caminito
de las venas”.
Utiliza un lenguaje de frases cortas, de fácil lecturabilidad y comprensión. Las palabras adquieren una singular significatividad, constituyendo un potente medio que
consigue estimular la sensibilidad del enfermo, con la ayuda complementaria de
las ilustraciones que ocupan una página entera, adaptándose con perfección al
contenido escrito
La valoración de estos cuentos, se ha realizado de forma empírica en el
contacto diario con alumnos, padres y personal sanitario, quienes indican que
uno de los efectos más notables observados es la disminución de la ansiedad, coinciden en este aspecto con los estudios realizados por
Eason y colaboradores (1985). Otro científico como Pericchi (1983), señala que
la labor de hospitalizar significa originariamente acoger o poner en lugar
seguro, en definitiva, asegurar al niño una tranquilidad estable, “que bien
puede ser a través de la narrativa de cuentos o transmisión oral de los
mismos”…. “todo ello ayuda a desarrollar una dimensión socializadora, evitando
el aislamiento tanto psicológico como físico del niño hospitalizado con otros
pacientes infantiles de su entorno”
Podemos concluir que los cuentos de Ana cumplen aquel adagio pedagógico,
que no por antiguo deja de ser real: “enseñar deleitando”
(F. Trancón)
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