Francisco
Trancón Pérez
Doctor
en Filosofía y Ciencias de la Educación.
Inspector de Enseñanza
Artículo publicado el 12/11/2017, en la Opinión- El Correo de Zamora
La Fundación
Sierra Pambley creó varias escuelas en la
provincia de León y una en Moreruela de Tábara (Zamora), regida por un
patronato al frente del cual figuraba como presidente en la época en la que se narran
estos hechos, D. Bartolomé Cossío, destacada figura intelectual de la
Institución Libre de Enseñanza.
El objeto de
este trabajo es dar a conocer una relación epistolar entre D. Bartolomé Cossío
y D. Vicente Álvarez maestro de Moreruela de Tábara, con motivo de la expulsión
de la escuela del citado docente.
La correspondencia
comprende 16 cartas distribuidas entre el 22/11/1919 hasta el 28/5 /1921. Proceden
del archivo de la Fundación Sierra Pambley y
recogen diferentes argumentos
sustentados por Cossío, justificando profusamente el largo proceso que genera
la separación de D. Vicente y la defensa de éste, exponiendo su visión de los hechos.
El proceso de despido del citado maestro se empieza a
materializar a raíz de unas denuncias
vertidas contra el docente, cuyo contenido y autoría de las mismas nunca le fue
revelado por el patronato, a pesar de la demanda de D. Vicente por acceder a
esta información. Las razones fundamentales de su destitución- según el
presidente del patronato- no se basan
en acusaciones incriminatorias, sino en otras circunstancias que en una
extensa carta de cuatro folios escritos máquina por Cossío trata de explicar al
maestro. “Durante cuatro años le han
consentido ejercer como concejal sin exponerse explícitamente a ello. El
ejercer este cargo y el haberse mezclado en la política de la localidad, no
tiene nada de deshonroso, pero lo tenía prohibido como usted sabe por el
fundador, y si él hubiera vivido no se hubiera permitido hacerlo”
Le recuerda
estas otras faltas: “su conducta
licenciosa, en cuanto a las pasiones
sexuales son comprensibles, indica
Cossío, pero no aceptables en un entorno
tan reducido como es el pueblo, y en una persona que por su función educadora
debe mostrar una conducta intachable “.
Añade “que ha
propiciado desavenencias entre los habitantes del pueblo y deteriorado la
imagen de la Fundación.”
Lo curioso es
que el maestro reconoce las acusaciones, aunque no las valora como graves.
Sostiene que
no hace política en la escuela, ni coacciona a los alumnos y padres en asuntos electorales, ni se
inmiscuye en temas del ayuntamiento, “Por
supuesto, escribe, tengo mi opinión sobre política como ciudadano, si el
patronato me dice que no debo tener opinión lo acataré”.
En los demás temas no se pronuncia.
Obviamente uno
se pregunta ¿por qué el Patronato no tomó medidas contra el maestro en su día?
Las
respuestas- tal vez aventuradas- a esta cuestión planteada, pueden ser alguna de éstas:
El anterior
presidente del Patronato (D. Gumersindo Azcárate) estimó que igual no era oportuno intervenir,
porque la actuación de D. Vicente no era molesta, y su influencia a favor de
los intereses de la Fundación era positiva ya que controlaba los movimientos
del pueblo que intentaban acceder a la propiedad de las dehesas que tenían en
Moreruela y Santa Eulalia.
La directa
intervención de Cossío en cuanto a la
resolución del conflicto planteado por el maestro, puede obedecer al
carácter resolutorio y práctico que
imprimió durante la presidencia del Patronato, acercándose directamente a los
problemas, implicándose en ellos. Como anécdota indico una carta que leí de
Cossío dirigida a una madre de un alumno de una escuela de Villablino (León)
que se quejaba de los métodos inadecuados de algunos maestros. Escribe un extenso
escrito a la señora con sólidos argumentos pedagógicos, acompañados de consejos
de educación para su hijo.
La creación
de un sindicato agrícola obrero en el pueblo (de cual era secretario el
maestro) en pugna con otro sindicato
católico en el mismo municipio, desestabilizó la convivencia entre los propietarios y obreros del campo, poniendo en peligro los
intereses de la Fundación. El maestro
era un obstáculo más que una ayuda. Las denuncias contra él, aunque no fueron rebeladas por el
Patronato, directamente – como se indica anteriormente-D. Vicente señala como inductores,
al cura y al médico. Con relación a este último que opta al cargo de juez, aduce que “este señor entraña el caciquismo en grado
máximo”, manifestando que esta opinión es compartida por la mayoría de los ciudadanos y que no puedo resignarme a
que nadie me mate, certifique y ordene mi inhumación, desgraciado el enemigo
que caiga en semejante trinidad”
El patronato
no quiere involucrarse en los conflictos del pueblo, ya que lógicamente le pueden afectar si
mantiene a uno de sus empleados como agentes activos.
La maquinaria
de expulsión de D. Vicente se pone en movimiento, con lentitud circunstancia
que es aprovechada por el maestro para demorar su marcha.
El inicio formal de la separación del maestro es
comunicado por Cossío en una carta fechada
el 15/8/1919 indicando que “su separación es irreversible.”
Fijan como fecha tope de su marcha en setiembre de
1920. Por tanto, tiene un año para su
salida definitiva.
El 20/9/1920, sigue sin desalojar la vivienda a
pesar de los requerimientos del Patronato, indicando que lo tiene todo
dispuesto para octubre de ese año, aunque hasta febrero de 1921 no se iría.
D. Vicente no justifica su retraso ya que pretende
que le abonen el último trimestre de 1920, aspecto que no consigue porque su
cese estaba anunciado para setiembre de ese año y por tanto sin derecho a
sueldo, considerando que durante ese período de tiempo se suspendieron las
clases, en espera de un nuevo maestro.
Subrayo como significativos-entre otros- dos
aspectos muy interesantes de sus cartas a considerar, por la dureza de su
contenido.
D. Vicente a pesar de sus esfuerzos, no logra
defender airosamente sus argumentos y arremete contra Cossío, “ustedes son los patronos y yo el obrero,
acuerden el texto de destitución que quieran”
La contestación del Presidente fue en estos
términos “Esto nos duele mucho decírselo
a Vd. con más blandura, que habla Vd. en su carta, si con insidia, con
intención muy equivocada de que nosotros somos los patronos y Vd. el obrero.
No, amigo Vicente, no tiene Vd. derecho a comparar a estos patronos, es decir, tutores,
defensores, protectores, pero no son ni explotadores de una industria, ni
tiranos con el obrero. Y son más obreros que Vd. en la Fundación, porque Vd.
cobra en ella por su trabajo, y los patronos no cobran nada por el suyo, ni por
sus disgustos, ni por el tiempo perdido, por ejemplo, en escribir esta carta, y
que pudieran emplear en cosas útiles. ¿No cree Vd. que yo podía haber prescindido,
al extremo al que hemos llegado de dar a Vd. tantas explicaciones? Pues esto
mismo le hará comprender que no ha debido Vd. escribir lo que escribió,
tratándose de nosotros.”
D. Vicente,
arrepentido de sus palabras se disculpa
“No pienso, contesta, que son estafadores y especuladores de mi
trabajo. No señor, esa no fue mi intención, le repito y le suplico acepte queda
retirado ese concepto”.
En la última
carta de fecha 28/5/1921 que se conserva
dirigida por D. Vicente a Cossío, con objeto de reclamarle una cesantía se expresa así “
“El silencio de usted a mis cartas implícitamente
alude a burla o desprecio, y como no cabe que un hombre se burle de otro, he
pensado ir a Madrid para recabar de usted como Presidente del Patronato una resolución
categórica y concreta respecto a mi cesantía que usted me tiene tan
insistentemente ofrecida.
Quedo esperando su contestación en el plazo de
diez días, a contar desde la fecha, pasado el cual, obraré conforme al dictado
expuesto”
Consideraciones
La actitud de Cossío ante este problema, ignoro si
intervino en casos parecidos, estimo que no al menos en lo que yo he
investigado, refleja una actuación coherente con su personalidad. Es correcto
en sus palabras, discreto, defensor de los intereses de la Fundación sin
ninguna radicalidad y prepotencia. En sus
cartas se expresa de forma sencilla y en
sus expresiones se trasluce paternalismo y comprensión, aunque sin hacer
dejación de sus compromisos.
Intentó ayudar a D. Vicente, aunque no en la medida
que éste deseaba, ya que a pesar de ser el Presidente del Patronato, sus
decisiones se veían limitadas en ciertas circunstancias por los restantes
miembros. Este deseo de salvar al maestro lo
expresa en una carta que escribió a Pablo Azcárate, miembro del
patronato (7/9/1920), indicando que se podría intentar trasladar a D. Vicente a
la escuela de Villameca (León), iniciativa
que no se materializó.
Por su parte el maestro de Moreruela de Tábara,
sufre contradicciones y decepciones en su trabajo. Su obra propia de un
sindicalista no fue reconocida, desgraciadamente, “ni por cirios ni troyanos”.
Asume con amargura su destitución y formula estas
reflexiones dirigidas a Cossío “obré bien, recibo el mal y pierdo el pan; mi
conciencia está tranquila, no me faltará una limosna por el amor de Dios”
Sus expresiones reflejan un lenguaje
reivindicativo, de persona que defiende con convicción sus derechos, aunque sin
plantearse la legalidad de los mismos: “¿dónde están la estimación y aprecio
ofrecidas por el patronato?, “y, a ¿qué
quedaron reducidas las consideraciones de las que tanto ha blasonado usted,
(alude a Cossío) en nombre del mismo? ¡ excelente epílogo para el plan de un bonito melodrama!
“
No acepta el autoritarismo que cree que ejercen sus superiores “siento decirle ( a Cossío) que protesto del
poco respeto y consideración que me guarda en ella ¡como si los hombres
inferiores no tuviéramos derecho al sentimiento de la propia dignidad!
No se conservan más cartas a partir de esta fecha,
¿se solucionaría el conflicto de la deseada cesantía?
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