El
Plan y Reglamento General de Escuelas de Primeras letras aprobado el
16–II-1825, reorganiza la educación primaria de aquella época, reglamentando
materias curriculares, metodología de aula, planes de estudio de los futuros
profesionales de la enseñanza, etc.
Vamos analizar algunos aspectos
generales y curiosos del currículo de este tipo de escuelas
Materias básicas objeto de enseñanza obligatoria
Doctrina cristiana
Lectura y escritura
Cuatro reglas de contar: por números y
las denominadas “por lo menos”
El material obligatorio
elemental en todas las escuelas era el siguiente
Catecismo básico
Compendio histórico de la Religión de
Pinton
Interrogatorios del catecismo de Fleuri
Cartillas fijas y móviles (para el aprendizaje de la lectura)
Silabario de la Academia de primera
educación
Método práctico de enseñar a leer de
Noharro.
Catón del colegio académico de
profesores de primeras letras de Madrid.
Se
prohibía a los escolares
Leer novelas de romances, comedias u
otros libros perniciosos “que no puedan dar instrucción”.
Se recomendaba la lectura de
los siguientes libros
q Amigos de los niños
q Lecciones escogidas para niños que
aprenden a leer en las Escuelas Pías.
q Fábulas de Samaniego.
Otras materias
complementarias
q Compendio de Historia de España ( los
contenidos los señalaba la Junta de Superior de Inspección).
q Lecciones de Calografía. (caligrafía)
q Lecciones de Aritmética para uso de las
Reales escuelas del sitio de San Ildefonso.
q Principios generales de Aritmética para
uso de las Escuelas Pías de Castilla.
q Compendio de gramática castellana de
Don Narciso Herranz.
q Arte de escribir por reglas y con
muestras (de D. Torcuato Torío de la Riva, obligatorio para todos los maestros
de escuelas de primera y segunda clase).
Aulas y métodos de enseñanza
Las
escuelas se dividían en dos aulas o clases separadas: de leer y de escribir.
Ambas admitían subdivisiones. Por ejemplo, en la clase de “leer” había tres
secciones: conocimiento de letras; conocimiento de sílabas y de lectura.
Normalmente la enseñanza de la
lectura y de la escritura no era simultánea, ya que según opinaban los teóricos
de entonces no estaba demostrada la supremacía de la enseñanza simultánea sobre
la independiente.
La propuesta metodológica
utilizada mayoritariamente era ésta
Primero se enseñaba la letra por su nombre y
figura mediante la utilización de cartillas o abecedarios móviles o fijos (con
letras mayúsculas y minúsculas por separado). Se utilizaba una caña para
señalar la letra, objeto de aprendizaje, en los llamados cartelones o
“cortapolos”. Para pasar del abecedario a la sílaba había que conocer perfectamente
las letras
Posteriormente se iniciaba en el conocimiento de la
sílaba y de las palabras. En estas clases estaba prohibido el “deletreo”
Finalmente se llegaba a la lectura suelta o de
“corrido”.
En
las clases numerosas se utilizaba la figura de
pasante (maestro auxiliar) o se recurría a niños aventajados que
atienden a los más retrasados. Habitualmente ayudaban en las lecturas de
“corrido” durante media hora, aunque generalmente se les requería para todas
las clases.
En
las escuelas en las que había pasantes, el maestro supervisaba la lectura de los escolares e intervenía directamente
con los alumnos que ya sabían leer para inculcarles la “lectura expresiva” (muy
importante en aquella época), sirviendo él de modelo lector.
La
enseñanza del Silabario de la Real Academia, se hacía en forma de murales
(cartelones) que estaban expuestos en las paredes del aula, “debiendo coincidir
las muestras propuestas a los niños con las escritas en las paredes o postes,
evitando sonidos bárbaros e insignificantes”.
Los
caracteres o grafías correspondían a letra redonda, bastarda o cursiva.
Aparte
del material de aula de utilización colectiva o conjunta por el alumnado, cada
uno de éstos tenía como libro de uso personal de lectura el Catón. Ha habido
diversos modelos y ediciones: Catón Cristiano (de Jerónimo Rosales,1673); Catón
Cristiano (Joaquín Moles 1772); Silabario (Vicente Noharro, 1787), etc.
Los
escolares pasaban del Catón o Silabario a la “lectura corrida” cuando leían con
facilidad las sílabas, iniciándose en la lectura de Catecismos (que no debían
saber de memoria), o leían a Pinton,
Fleuri, Lecturas escogidas, etc.
Viñao
Frago (1995) indica que nace un nuevo tipo de lector. El aprendiz de
lector de la cartilla u otro libro similar que leía textos ya conocidos o incluso
memorizados. Aprendía a leer construyendo materialmente frases repetidas
hasta la saciedad. Se hacía
lector leyendo en voz alta temas cuyo contenido le era familiar .
Realización: Francisco Trancón. (Doctor en Filosofía y CC de la Educación) (Inspector de Educación)
Realización: Francisco Trancón. (Doctor en Filosofía y CC de la Educación) (Inspector de Educación)
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