jueves, 13 de marzo de 2014

UNA ESCUELA BONITA: Reflexiones de T. Alonso (1868)



"Representaos, querido lector, grupos de niños que se dirigen a la cla­se con los libros en la mano, los cartapacios colgados a la espalda. La expresión de alegría que se refleja en su rostro demuestra su conten­to y el amor que profesan a la Escuela. ¿Cuál es el atractivo que tiene para ellos? ¿Esperan acaso juegos, entretenimiento de ruidosas diversio­nes i todo lo contrario es lo que van a buscar allí?

Notad al mismo tiempo el orden, y los modales con que proceden en todo. Saludan con respeto a los que encuentran en el camino o en la calle. No hay disputas, ni palabras, ni actos groseros entre ellos. No destrozan los árboles, ni se apoderan de las frutas de la estación, que por todas partes se encuentran a su alcance. ¡Qué bien deben por­tarse semejantes discípulos en clase!

He aquí el modesto edilicio de la Escuela. Los niños entran en él, uno después de otro, sin ruido, sin tumulto, pon la cabeza descubierta, sa­ludan al Maestro ó Maestra, los cuales les responden con miradas bené­volas y con una afectuosa sonrisa. Cada niño se coloca .en su sitio y prepara los diferentes, objetos de que ha de hacer uso durante la ciase.

Lo primero que llama la atención en la sala de clases las paredes están, blanqueadas, los cristales de las ventanas claros, los pupitres, las pizarras, y en fin, todo el mueblaje revela el mismo espíritu de orden y de esmerado arreglo. Todas las miradas se fijan con, piedad en un Crucifijo, colocado .encima de la plataforma, en el emblema de la cruz y la imagen de Nuestro, Divino Redentor, desper­tando en todos la idea de la protección constante, de Jesucristo, que lo­ma la naturaleza humana, para salvarnos.
Aquí se ve el retrato de la Reina; enfrente aparece, el Reglamento de la Escuela y el programa de las lecciones. Las, paredes ostentan cuadros.
La acción del Maestro no se concreta á la Escuela, sino que abraza una más vasta esfera, estando obligado á seguir á sus discípulos en casa de sus padres y enterarse de la manera con que son dirigidos
Debe vigilarlos, por consiguiente, en todas partes, y enterarse en qué pasan el tiempo fuera de la Escuela. Para corregir sus defectos se pone de acuerdo con el Párroco y con los padres, á los cuales expondrá con prudencia y consideración las consecuencias que pueden traer ciertos hábitos, dándoles al mismo tiempo consejos útiles para la educación moral.
El Maestro para completar su misión , principalmente, en las aldeas y, en los pueblos agrícolas, cuidará de hacer advertencias saludables á los habitantes, promoverá entre ellos la afición a la arboricultura , les enseñará el modo de criar las abejas, y de perfeccionar sus prácticas y procedimientos agrícolas ó de horticultura. Su jardín y su vivero, abiertos para todo el mundo, servirán de modelo de los trabajos que recomienda. Promoverá también la afición á la lectura y la creación de una biblioteca pública que contenga buenos libros o al menos prestarán algunas obras de su modesta colección á los discípulos que por razón de su edad dejan de asistir á la Escuela.
Si esto es irrealizable, lo suplirá por medio de lecturas "morales y úti­les todos los domingos después de la Misa, ante un auditorio que será corto en un principio; pero cuyo número aumentará, según la utilidad y el mérito de las obras que escoja.
Hemos insistido bastante, y volvemos á insistir todavía, sobre la im­portancia de las convicciones religiosas que no pueden reemplazarse por nada, que deben manifestarse siempre y en todas partes, pero sin hacer alarde, con la espontaneidad que demuestra que parten del corazón. La fe viva y sincera, en el mundo lo mismo que en la soledad; en la pena, como en la felicidad ; con los superiores, como con los dis­cípulos, y con todos los habitantes del pueblo, esa fe viva y sincera, ejerce una misteriosa influencia sobre todo lo que rodea al Maestro cristiano. Ante él callan las malas lenguas, nadie se atreve á pronun­ciar palabras vituperables ó frívolas, y todas las conversaciones en que toma parte se distinguen por su reserva, por su utilidad, por su encan­to, lo cual no excluye una alegría decente y continua. De seguro que todos los hombres de bien buscan por compañero al Maestro que ejerce sobre la moral la misma atracción que el imán sobre el hierro.
He aquí el cuadro de la Escuela-modelo y del verdadero Maestro cris­tiano; he aquí el ideal al cual debernos todos aspirar.
Sin embargo, completaremos este bosquejo con algunas reflexiones sobre asunto tan digno de ser meditado.
Estas causas se refieren á la enseñan/a religiosa, intelectual y moral, que ha recibido el Maestro. Es necesario tener en cuenta la educación piadosa que le han dado sus padres, las lecciones de su primer Maestro los estudios que ha hecho, y la Escuela normal en la cual se ha preparado"

 (Recopilado F. Trancón)

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