Con esta serie inicio una serie dedicada a
la Caligrafía en la escuela de primeras letras.
Hago una revisión de textos elaborados por
Rufino Blanco, Walda Lucenqui, Torío de la Riva, Anduaga, Iturzaeta, Francisco Trancón, etc.
(Texto recopilado de D. Rufino Blanco
Sánchez, (1930)
(Arte de la Escritura y de la Caligrafía)
(Teoría y práctica)
De la mesa y del asiento
Condiciones de la mesa para escribir.Ídem del
asiento. Dimensiones y distancias
relativas.
1. La mesa y el asiento son medios necesarios para escribir bien,
pues el papel sobre el cual se han de producir los signos escritos debe
colocarse en un plano resistente; y el que escribe, si ha de tener libertad de
movimientos en las extremidades superiores, debe apoyar su cuerpo en un
asiento.
Ni la materia, ni la forma, ni el adorno de la mesa son condiciones que
pueden influir en el acto de escribir; sólo debe fijarse el calígrafo, respecto
a la mesa, en sus dimensiones y en la posición del plano sobre el cual se ha de
poner el papel.
De sesenta a sesenta y cinco centímetros de anchura ha de tener la mesa
de escribir para un adulto, distancia que aproximadamente viene a ser la del
codo del que escribe hasta las extremidades de los dedos, más la mitad.
La distancia de delante a atrás de la mesa no debe ser menor de medio
metro; pues aunque realmente no se necesita esta longitud para escribir, es
conveniente, a fin de que puedan colocarse sobre la mesa el tintero y otros objetos
precisos para dicho ejercicio.
La mayor longitud de estas dimensiones no es obstáculo para la
producción de la obra escrita, pero lo es seguramente el tablero, cuyo tamaño
sea menor que el indicado.
La altura de la mesa depende de la del asiento, y puede determinarse de
la manera siguiente:
Estando sentado el que va a escribir, y con los brazos doblados
naturalmente en ángulo recto por el codo y sobre el pecho, el
plano64 superior de la mesa estará a la distancia que medie entre el plano
del asiento y el codo, más dos o tres centímetros (14 por 100 de la altura del
cuerpo).
Conviene advertir, aunque sea innecesario, que la distancia ha de
tomarse por la vertical.
Ya se entiende que esta medida ha de variar por las condiciones individuales
del que escriba; pero puede calcularse, para un adulto de regular estatura, en
treinta o treinta y dos centímetros.
De esta manera, colocándose en buena posición para escribir, la parte
inferior del esternón o hueso del pecho quedará siempre a mayor altura que el
tablero de la mesa.
El defecto de altura de la mesa obliga al que escribe a doblar el tronco
y a inclinarlo demasiado; por el contrario, el exceso de altura despide el
tronco hacia atrás y hace que el peso del mismo gravite sobre los codos. En
ambos casos se alteran la circulación de la sangre y el sistema nervioso, y es
imposible escribir bien.
Además, la postura viciada del tronco puede ocasionar graves defectos
orgánicos y enfermedades peligrosas.
La bella escritura se produce lo mismo en un plano horizontal que en uno
algo inclinado: la mayor facilidad que algunas personas tienen para escribir de
una manera o de otra es solamente efecto de la costumbre. Por esta razón el uso
de mesas con tablero en forma de pupitre se recomienda solamente para evitar
que los rayos de luz reflejados sobre el papel vayan a parar a los ojos.
La inclinación del plano del pupitre puede ser variable, pero no debe
exceder de veinte grados con respecto al plano horizontal.
Cuando por la dirección de la luz no ocurra esto, puede usarse la mesa
de tablero común.
Puede haber, además, un listón plano y no inclinado, a fin de que sea
posible colocar en él los útiles necesarios para escribir.
Suele ponerse un trozo de piel o bayeta sobre el tablero de la mesa o
del pupitre, para procurar alguna blandura debajo del papel; pero esta práctica
no es recomendable. El plano donde se escriba ha de ser muy liso, y por esto,
lo que más conviene colocar sobre la mesa o el pupitre es un trozo de piel muy
fina y muy bien adobada, o una cartera forrada con piel de estas condiciones.
Caso de no usar bandejas de cristal o porcelana u otros objetos para
colocar el portaplumas, deberá tener la mesa, para este fin, una ranura o canal
en el lado opuesto al del que escribe.
Si el tablero de la mesa es inclinado, se necesita poner en el borde
inferior del mismo tablero un junquillo de poca altura, para evitar que se
caiga el papel. Igualmente habrá un hueco para el tintero hacia el ángulo
superior derecho de la mesa, si el tintero no ha de ser móvil.
Puede llevar también la mesa por su contorno una moldura o barandilla,
mas no por la parte que haya de ocupar el calígrafo al escribir. Este pormenor
se refiere solamente a la mayor comodidad del que escribe, y no a necesidad
alguna de la escritura.
2. Respecto al asiento, debe estudiar el calígrafo la forma y las
dimensiones.
El asiento, para que sea cómodo y no ofrezca obstáculos al que escribe,
debe ser ligeramente cóncavo, de manera que la profundidad disminuya del centro
al contorno. Tampoco debe tener esquinas ni bordes en línea recta, que son
ocasionados a contusiones dolorosas.
La distancia del asiento de delante a atrás ha de ser igual,
aproximadamente, a la longitud del muslo (20 por 100 de la altura del cuerpo),
mas el espacio necesario para la región glútea; y la distancia transversal, con
respecto a la citada, no debe ser menor que ésta, si bien su longitud puede
aumentarse sin inconveniente alguno.
La altura del asiento debe fijarse con relación al plano en que
descansen los pies. Desde este plano al del asiento debe haber una distancia
igual, tomada verticalmente, a la longitud que haya desde la rodilla del que
escribe hasta la planta del pie (28,5 por 100 de la longitud del cuerpo).
Por tanto, la altura del asiento corresponderá a esta distancia. A ella
habrá que añadir la altura de la tarima, barra o banqueta en que los pies se
apoyen, dado caso que se usen estos objetos para mayor comodidad del que se ejercita
en escribir.
El asiento del calígrafo debe tener respaldo, a fin de procurar algún
descanso al tronco del cuerpo, pues las personas que tienen necesidad de
escribir mucho llegan a cansarse de estar en una misma postura largo tiempo.
Para que el respaldo sea cómodo y no produzca daño en la columna
vertebral, ha de ser, como el asiento, ligeramente cóncavo; no ha de tener
esquinas ni remates puntiagudos, y su altura llegará, por lo menos, a la
duodécima vértebra dorsal del que haya de escribir, estando éste sentado, o lo
que es igual, el respaldo llegará, por lo menos, a la vértebra dorsal que se
articula con la última costilla falsa.
Esta altura del respaldo, con relación a un adulto de regular estatura,
puede calcularse en treinta y seis o treinta y ocho centímetros, como mínimum.
3. Por último, es necesario conocer la distancia a que el asiento
ha de colocarse con relación a la mesa.
Esta distancia puede ser de tres especies, a saber: positiva, negativa y
nula.
Las distancias citadas se determinan por las que hay entre las
verticales que pasan por los bordes anteriores de la mesa y del asiento,
colocadas ambas en un plano perpendicular al de los dos objetos.
Cuando entre ambas verticales hay alguna distancia, por caer la del
borde del asiento fuera de la mesa, la distancia se llama positiva; cuando hay
alguna distancia entro las referidas verticales, pero la del asiento cae dentro
de la base de la mesa, la distancia es negativa; y cuando ambas verticales
coinciden, la distancia es nula.
Siempre que la mesa y el asiento tengan las dimensiones ya indicadas, la
distancia entre ambos objetos debe ser nula. Para ello se necesita, sin
embargo, que el asiento sea móvil, o que, si es fijo, giren la mesa o el
asiento, a fin de que el calígrafo pueda sentarse y levantarse fácilmente.
Del
papel
Papel. Diversas clases de papel.
. Condiciones que esta materia debe reunir para los trabajos caligráficos.
La
escritura se produce generalmente en el papel, y, por tanto, el calígrafo
necesita conocer lo que es el papel, las clases de papel que se usan en la
actualidad y las condiciones que este producto ha de reunir para el ejercicio
caligráfico.
De muchas y variadas substancias se fabrica el papel. Principalmente se
fabricaba de trapos, pero escaseando cada día más esta primera materia, se han
sustituido los trapos, por necesidad más que por economía, con el cáñamo, el
bambú, la corteza de la morera, la palmera de caña, diferentes algas marinas,
la paja de arroz y de otros cereales, la paja de muchas legumbres, el esparto,
la ortiga común, los tallos de la patata, la malva, la madera, especialmente la
de abeto, y otras substancias muy varias y diferentes; pero el mejor papel es
el de trapos de algodón o de hilo, y a él, por tanto, se han de referir las
siguientes notas.
2. El papel para escribir debe ser blanco o ligeramente
agarbanzado; de bastante consistencia, para que resista sin romperse los
dobleces y la acción del tiempo; suficientemente encolado, para que no se
recale; de bastante cuerpo, para que el escrito no se trasluzca; de igual
grueso por todas partes y muy liso, para que la pluma se deslice suavemente;
pero no conviene que esté muy satinado, para que la tinta se adhiera bien a la
superficie del papel.
Para trabajos caligráficos delicados es preferible el papel de algodón
al papel de hilo.
La forma de papel más usada y corriente es la de un rectángulo, cuyos lados
mayores y menor están en la relación de 5: 3.
En cuanto al tamaño, el papel destinado a la escritura, debe ser
suficiente para el trabajo que se ejecute, advirtiendo que la escasez de papel
es de muy mal efecto estético.
Pluma,
tinta y tintero
Plumas. . Diversas clases de plumas. .
Condiciones que deben reunir las plumas. Tinta. Diversas clases de tinta y
manera de obtenerla. 6. Condiciones que ha de reunir la tinta. 7. El tintero:
modelos varios. 8. Condiciones que debe reunir el tintero.
1. La pluma es el instrumento con el cual se producen las letras y
demás signos de la escritura: puede decirse que la pluma es el pincel del
calígrafo.
También se escribe con yeso, lápiz y otras substancias que pueden dejar
huella sobre una superficie lisa; pero tales substancias no son a propósito
para la escritura.
Hay
muchas clases de plumas, que se distinguen por la materia de que están hechas y
por el tipo de letra que producen.
Hasta hace pocos años se usaban para escribir las plumas de ganso,
cortadas convenientemente; pero han sido substituidas por las plumas metálicas
que inventó en Francia un mecánico llamado Arnoux.
Las plumas se diferencian mucho por el tipo de letra que producen; así,
la pluma de letra inglesa es muy fina, y una misma sirve para escribir diversos
tamaños de letra; la pluma de letra francesa es gruesa, tiene el corte
ligeramente oblicuo a la hendidura, y el ancho de sus puntos debe variar según
varíe el tamaño de la letra.
La pluma de letra española es también gruesa; su corte es perpendicular
a la hendidura, y lo ancho de los puntos debe ser proporcionado al tamaño de la
letra.
Por último, hay plumas de latón, de acero y de otras combinaciones
metálicas, y pueden fabricarse de substancias varias.
Para la letra cursiva inglesa se usan unas plumas de cristal de forma de
un lapicero afilado, por cuya punta corre una ranura helicoidea, que suelta la
tinta poco a poco.
Son, sin embargo, superiores a todas estas clases de plumas las
metálicas que se construyen de acero.
Toda
pluma debe estar bien templada, lo cual lo da flexibilidad necesaria para
escribir; a este fin, debe estar hendida en la dirección de su longitud, por la
parte media del corte, para formar los puntos.
La pluma debe tener además algún hueco en el centro de la pala para que
suelte la tinta con más facilidad.
Las plumas nuevas sueltan mal la tinta a causa del aceite que en la
fábrica les ponen para evitar la oxidación. Este aceite se quita bien
humedeciendo suavemente la pluma.
Aparte de estas condiciones generales, requieren las plumas otras
propias, según las letras que han de producir. La pluma para letra española,
que es la que debemos estudiar con preferencia, ha de ser gruesa, con el corte
perpendicular a la hendidura, como ya se ha dicho; lo anchura de los puntos
puede variar, pero conviene que esta dimensión sea igual a la quinta parte de
la sección del caído, comprendida entre la línea superior e inferior del
renglón. Cuando el corte de la pluma no se ajusta a estas proporciones, la letra
que con ella se produce es imperfecta, y singularmente, cuando la pluma no es
tal, gruesa como debe ser.
Hay varios cortes de pluma para letra española, numerados desde el 1 al
6, pero son pocos y muy imperfectos los modelos de pluma de mayor anchura que
el del número 1.
Conviene fijarse mucho en estas condiciones de la pluma para la letra
española, pues no es infrecuente usar la pluma de letra inglesa para escribir
la cursiva española, con lo cual muy pronto se vicia el tipo de letra y se
destruye la mejor forma de escribir.
También es muy frecuente usar la pluma de letra española para hacer
letra francesa o redondilla, y de esto resulta, como no puede menos, un trazo
feo. Es necesario tener presente que para producir una obra en buenas condiciones,
hay que usar instrumentos a propósito.
Terminado el trabajo caligráfico, debe limpiarse la pluma para impedir
su oxidación. Luego debe dejarse en sitio donde no sufra golpes, y de ninguna
manera en los limpiaplumas de cerdas, pues si están secos, abren los puntos de
la pluma, y si tienen agua, los oxidan.
La pluma metálica se coloca en un portaplumas, objeto del cual hay gran
número de modelos. Los mejores, sin embargo, han de tener las siguientes
condiciones: pesar poco, ser cilíndrico, tener siete u ocho milímetros de
diámetro y carecer de boquilla metálica para evitar el calambre de los
escribientes. Los portaplumas de cedro o de almendro son muy recomendables.
La
tinta es un cuerpo líquido, comúnmente negro, con el cual se señala la huella
de la pluma dejando formado el trazo. De manera que la tinta es la substancia
con que se trazan las letras y demás signos de la escritura.
En lugar de la tinta se han usado otras materias capaces de dejar huella
sobre el papel, pero hasta ahora la tinta ha sido preferida para este uso por
muchos conceptos.
5. Hay varias clases de tintas: negra, de color, plateada, dorada,
invisible, etc.; pero la tinta por excelencia para escribir es la negra.
Muy bellos efectos se producen combinando hábilmente varios colores en
un escrito; pero nada hay tan severo, ni tan elegante, ni tan bello, como el
contraste de una tinta muy negra sobre un papel totalmente blanco.
Hasta hace pocos años tenía el calígrafo que fabricar la tinta,
operación que no dejaba de ser larga y molesta; pero la industria moderna
produce con abundancia tintas ya fabricadas con arreglo a todos los adelantos
de la Química.
En la antigua composición de la tinta entraba como ingrediente necesario
el agua, y como tal permanecía en la tinta; pero al evaporarse aquel líquido,
la tinta cambiaba de condiciones, y no servía para escribir.
Las buenas tintas que hoy se venden fabricadas, son inalterables, aunque
estén en contacto con la atmósfera, y presentan siempre el mismo matiz y la
misma fluidez.
Puede, por tanto, el calígrafo moderno obtener la tinta haciéndola él
mismo, como nuestros antepasados, o adquiriendo la que la industria ofrece.
Hay, además, otra manera de obtener tinta: consiste en diluir en cierta
cantidad de agua el polvo de un paquete, que se vende con este objeto; mas
conviene advertir que las tintas así producidas no son muy a propósito para
trabajos caligráficos, y sólo sirven para escritura común de oficinas,
escuelas, etcétera.
Las tintas de anilina que se usan para los sellos se han usado también
para escribir; pero hasta la fecha, quizá por defectos de fabricación, no
satisfacen las necesidades de la escritura.
6. La tinta, para que sirva al que escribe, ha de ser permanente y
fluida. La tinta de mala composición se descolora en poco tiempo y en poco
tiempo desaparece, y la tinta muy espesa se adhiere irregularmente al papel,
porque no desciende con facilidad de la pluma. Por el contrario, cuando la
tinta es muy clara, se suelta de la pluma en grandes cantidades, inutilizando
por completo el trabajo caligráfico, a más de que los trazos en este caso
tienen muy poca intensidad de color, se distinguen con trabajo y desaparecen
pronto.
Las tintas que marcan en el areómetro de Beaumé cinco o seis grados,
tienen la densidad necesaria para escribir bien.
La tinta no ha de atacar el papel. Para la mayor parte de los usos
caligráficos debe preferirse la tinta negra y se ha de procurar su baratura; pero
conviene advertir que las tintas de buena clase son caras, pues no baja su
precio de cuatro pesetas litro.
El
tintero, que es el depósito de la tinta para escribir, puede estar construido
de metal de varias clases, de cristal, de porcelana y de otras materias; pero
son preferibles los de cristal y porcelana, que no descomponen la tinta y se
limpian fácilmente.
La
forma y adorno de los tinteros varía también mucho; pero son preferibles los de
ancha base, para que no se viertan con facilidad; los que permiten mojar
cómodamente la pluma, y los que evitan que la tinta se ensucie con substancias
extrañas.
Por último, debe tener, por lo menos, la capacidad correspondiente a
medio decilitro, para que no haya necesidad de reponer tinta muy a menudo.
Hay tinteros de cristal de base muy ancha y capacidad suficiente, cuya
parte superior tiene la forma de una superficie curva cónica invertida, que
permite mojar cómodamente la pluma, impide casi del todo la evaporación de la
tinta y evita que este líquido se mezcle con substancias extrañas. Además,
aunque estos tinteros se caigan boca abajo, no vierten la tinta.
Si la boca del tintero no está dispuesta de la manera indicada, debe
tener una tapa que preserve a la tinta de la evaporación y de substancias que
la ensucien.
Si el tintero no tiene estabilidad, por su forma o por su peso, debe
empotrarse y fijarse en la mesa.
Por último, el tintero estará a la derecha del que escribe y a una
distancia del codo derecho igual a la longitud del antebrazo del que se
ejercita en escribir.
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