Trascripción de la conferencia
dictada por Doña ÁFRICA RAMÍREZ DE ARELLANO en un cursillo pedagógico en León
(1926).
Esta
intervención, como la anterior llevada a cabo por FAUSTINA ÁLVAREZ (inspectora
de educación de León) en agosto de 1926, cuyo contenido lo hemos publicado en
este BLOG, son testimonio de la inquietud renovadora y progresista que se observa
en esta provincia.
(F. Trancón)
“Mi digno Jefe, el Inspector de Álava, al empezar ayer su bien
orientado trabajo,
quiso preparar vuestro ánimo para que recibierais el mío, en trance de ver defraudadas las esperanzas que en mi
modesta actuación hubierais
puesto. Lo mejor que traigo de lava, es la más entusiasta adhesión de su
Magisterio a
estos actos y el más cariñoso saludo de sus maestros a todos los hermanos aquí congregados. Y antes de empezar, quiero hacer público
tributo de gratitud a la ilustre Directora de la Normal de Valladolid,
mi antigua y querida Profesora, que, sacrificando sagrados intereses
familiares, quiere honrara la más insignificante de sus discípulas,
asistiendo a este acto. En ella rindo homenaje de agradecimiento a
aquella Escuela querida, a la que debo mi formación profesional,
mi vocación y mis entusiasmos por
la misión del Magisterio.
Sólo por
una benevolencia de las que caracterizan
a D. José María Vicente, ilustre organizador de este
Cursillo, tengo la honra de tomar parte activa en él, dirigiendo la
palabra a dignísimas autoridades y estimados compañeros,
que son, por Dios, merecedores de mejor suerte que la que tienen
oyéndome a mi; pero a los que yo, por adelantado, pido disculpa; y
sean parte a eximirme de la pena a que me condenen, de un lado, el
imperativo ineludible que me impulsa a obrar; y de otro, que
si no aporto, con mi trabajo, ni un grano de arena en contribución a la
magna obra que de estos actos puede surgir, más será por
sobra de incompetencia que por falta de voluntad. La mía, para las cosas
que a la escuela se refieren y con la enseñanza se relacionan,
es muy grande .Y siendo mujer y maestra, ¿de qué cosa mejor y que más me atañe podría
hablaros, que de la misión de la maestra, cuando por serlo más
se agudizan sus caracteres de mujer? Quiero, pues,
hablaros de la misión de la mujer-maestra
como lazo que une la Escuela con la
casa; es decir, cuando sin olvidarse de sus
tareas de instructora, la mujer-maestra extiende
su acción fuera de la Escuela y adelanta sus brazos
para tomar los de la mujer madre, y formando ambas una cadena sin
fin consiguen que la Escuela y el Hogar caminen juntos, se
apoyen y compenetren al realizar la trascendental empresa de la
educación del niño. Tan interesante
poema es digno de mejor cantor; para él, y en honra y
provecho del culto auditorio, quisiera la pluma de Cervantes o el verbo castelarino; suplan su
falta absoluta el interés del tema y la benevolencia de los
oyentes, y entro en materia haciendo algunas
consideraciones .Todos los hombres de todos los tiempos han
reconocido cuán y cuál es el poder de la educación,
y por ende, la importancia de la misión de los que de
extenderla se preocupan.
Alfonso X, en uno de los capítulos de sus Siete Partidas, dice que
educar es uno de los mejores hechos que un hombre puede hacer a otro. Ya vemos aquí elevado
el concepto de
la educación a su más alto grado, en el cual se presupone un fin que
no tiene la limitación terrena, sino la no limitación de lo infinito.
Y al recomendar que sean los padres los sus eduquen a sus hijos,
porque la naturaleza !o impone, el cariño lo pide y el derecho lo exige, quiere que la
educación sea obra de amor que más ate y mejor anude los lazos que la sangre establece y el
mutuo beneficio consolida.
Esto lo dicta un legislador de la calumniada Edad Media, que sabía a las
madres ignorantes
y a los padres guerreros, que conocía la brutalidad de éstos y la estulticia
de aquéllas; y sin
embargo, espera que el instinto y el amor obren de consuno para enderezar la pequeña alma infantil del modo
más recto y más
sano, del modo más seguro y más santo.
Tener que educar supone saber
educar y poder educar, y en este saber
y poder se encierran varios factores: capacidad física, integrada por la higiene virtud
del cuerpo, por
la fuerza y por la salud, cualidades que han de pasar al educando por
fatal e inexorable ley
de herencia; cultura en el educador que nadie
puede dar lo que no tiene, y virtud de
bondad, fortaleza de carácter, para que las
transmita como rasgos enérgicos, pinceladas de luz
con que el artista corona y remata su obra maestra.
Desgraciadamente
no están siempre los padres en
condiciones de saber y poder educar. De esta falta de aptitud ha
nacido nuestra profesión; somos los sustitutos de los padres, para
dar a sus hijos una vida del espíritu que ellos no les pudieron o
no les supieron dar. De ahí nace la importancia de nuestra
obra; el maestro más humilde, el menos capacitado, puede siempre decir
con orgullo:
¡Padres:
yo completé vuestra obra; yo abrid los ojos de su inteligencia y tracé los linderos de su voluntad, y puse en contacto con la vida a ese ser que no tiene vuestro más quela materia, porque yo forjé su espíritu, yo iluminé su alma!
Porque, permitidme
que lo diga: ponen los
maestros tal intensidad de afecto, tal fuerza de interés, tal deseo de
perfeccionamiento, cuando nos encariñamos con nuestra obra,
que, más que desenvolver inteligencias, más que modelar caracteres, nos
parece que crearnos, y al crear nos sentimos dioses,
porque seguimos las divinas huellas del Supremo Hacedor de todas las cosas.
Tal y tamaña grandeza concedo yo a nuestra labor: la de crear. Labor
de dioses y labor de artistas; inspiración y destreza; inteligencia y corazón; verbo y acción:, ex-abundantia oris, que comentó Xenius en una de sus glosas. En el siglo XIII , ya el
maestro—se dice—debía ser respetado, y el que le ficiere mal en su persona o en sus bienes,
debía ser escarmentado crudamente como home que quebranta nuestra tregua e nuestra
seguranza,
¡Quebrantar nuestra tregua! ¡Romper nuestra seguridad! ¡Maravillosos conceptos
que encierran todo el valor de la
obra educadora!
Educar es hacer la paz; educación es tregua entre
dos combates sostenidos por el cuerpo que se arrastra y el pensamiento que se eleva: educar es equilibrar fuerzas, es asegurarla tranquilidad futura... Y el que labora con la bandera blanca de la paz, enarbolada en su mástil, debe tener el respeto de las gentes la
consideración de los pueblos.
La labor
del maestro
es aclarar, facilitar, ayudar... El maestro es el intermediario situado entre el aprendiz y el
objeto del aprendizaje; es el destinado a quitar las espinas y presentar las rosas; es el
preparador del alimento, haciéndolo digerible y saludable; y..¿No notáis que esta labor es maternal? ¿Novéis que
esta misión tiene mucho de femenina?
Perdonad,
dignísimos compañeros que os sentís
capaces de todas las ternuras, perdonad si digo que la primera enseñanza debiera estar toda en manos de la mujer.
No
quiero plantear aquí un problema de feminismo; quiero hacer resaltar una de las aptitudes de la feminidad.
Stuard Hill,
en su libro «La esclavitud femenina»,
al proclamar los derechos de la mujer equiparados a los del hombre, se
apoya en una base
falsa: la existencia de esa esclavitud. Yo quiero creer que no hay tal:
la desigualdad existente no se funda en
una razón, sino en un sentimiento producido por la tradición y la
costumbre. El uso y no la naturaleza es lo que ha determinado la sumisión
de la mujer al hombre. No hay entre ellos diferencias cuantitativas;
sus valoraciones no están regidas
por el más y el menos, pero sí están regidas por el modo, es su calidad lo que difiere. Y al
suponer en la mujer menos inteligencia porque no produce, y esta no
producción la fundan en su falta de verdad y de justicia, Stuard Hill afirma que
la verdad no se sabe y que la justicia es injusta y
engendra sus semejantes: la mujer nace en ambiente de
desigualdad y de injusticia, es imposible que sea
ella justa y ecuánime.
Hasta
aquí la opinión del gran filósofo; pero yo no la comparto en su totalidad; a diferentes capacidades, distintas orientaciones; el hombre es fuerza, energía, ideación; la mujer es delicadeza, dulzura, realización; el hombre es inteligencia, la mujer es corazón; si la obra educadora ha de ser filigrana de amor y espuma exquisita de sentimientos, en la mujer debe estar el primoroso tejido de la vida en su primera edad.«La educación de las hijas pertenece a la madre», dice el sabio legislador medioeval; y el gran pedagogo del Renacimiento, Luis Vives, quiere también que a la mujer la eduque otra mujer, y mejor su madre que otra
mujer extraña; y añade que la educadora
debe tener estas condiciones: «en años, anciana;
en vida, muy limpia; en fama, estimada;
en seso, reposada, y en doctrina ,muy hábil» .¿Y qué mujer que sea madre y que quiera cumplir como tal su sagrada misión, no reúne en si
esas condiciones, adquiriendo lasque le falten y exaltando las que
tiene, para hacer
desbordar en el pequeño corazón que modela, las limpias y claras fuentes de
honradez, de juicio, de saber, en su alma contenidas?
Tal y tan grande juzgamos que es la importancia de la función maternal, que creemos poder asegurar que si muchas madres sospecharan la trascendencia que
implica serlo o pensarían en educarse primero, o renunciarían a tener hijos por ser
ineptas para formarlos.
¿Cómo, pues, equiparar esta labor, a la vez firme y suave, con la que
el hombre realiza en el hogar? Jenofonte, en su diálogo Oeconornicus, resume el resultado
de la misión
femenina, en la familia, diciendo a la mujer estas gentiles
palabras:
«El más dulce de tus goces será cuando llegando a ser tú más perfecta
que yo, hagas de mí uno de tus criados; cuando lejos de creer que la edad aleja de ti la
consideración, sientas, al contrario, que, cuanto más te muestres buena ama de casa,
guardiana vigilante de nuestros hijos, más fácilmente veas, conos años, aumentar los
respetos de toda la casa. Porque no es la belleza la que da derecho a la estima y al respeto,
son las virtudes».
Y esta misión maternal, haciendo que la Escuela no sea más que una
continuación del
Hogar, logrando que madre y educadoras en una sola cosa, nadie
puede realizarla mejor que la mujer-maestra.
La Escuela, para ésta, es su casa; los niños son sus hijos; sustituye a
la madre; sigue paso a paso el desenvolvimiento de la inteligencia infantil; sus consejos
son guía de su conducta; su saber, su querer y su poder constituyen su apoyo
intelectual, moral y físico, y tal identificación consigue con sus discípulos, que entonces, puede
decirse es cuando la Escuela hace labor social, entonces es cuando la maestra-madre ejerce
las más altas funciones de su sagrada misión.
Y para hacer agradable la vida de los suyos, tan suyos, que en ellos pone
lo mejor de su
alma, la Maestra pide locales abiertos a la riente campiña, con
mucha luz, mucho aire, mucho sol, que hagan brotar la alegría, la sana alegría hija de la
salud completa y del deber cumplido, y madre engendradora de todas las grandes ideas, de
todos los altos sentimientos, de todas las rectas voliciones.
Porque, queremos creer que el caso de Cervantes, produciendo «el
mejor libro del mundo», en el lugar triste y desapacible, triste celda en que yacía
prisionero de su carácter, y, de un aire puro y de un
campo teñido con el suave verdor de la esperanza casa de la alegría». Trabajo, de paz, de unión espiritual! ¿Pretendemos que nuestra labor sola, aislada, consiga el imposible de
hacerse trascendente,
de perdurar a través de los agentes exteriores, ajenos a ella y a veces contrarios? No; no debemos intentar
semejante arriesgada empresa. Ya que la montaña no viene a nosotros, iremos nosotros a
la montaña. Si nos encastillamos en nuestra torre de marfil, atentos sólo a nuestra vida
interior, a la vida de nuestro hogar, que es la Escuela,
despreciando las influencias
externas, atrincherándonos en un orgullo mal entendido, no hemos comprendido nuestra misión. El
orgullo es río,
y la misión del maestro exige sacrificios de vestales mantenedoras del
fuego sagrado: hogar sin calor, es hogar destruido. Por eso la Maestra,
que, como mujer, tiene artes diplomáticas innegables, sabe, debe saber realizar esa unión de
Escuela y Hogar.
Su discreción le marcará las ocasiones en que su presencia, en el de sus discípulos puede ser oportuna y hasta necesaria; sabrá atraer padres distraídos que se olvidan
del camino de lugar tan santo; sabrá obtener de las autoridades y de los particulares, medios económicos con qué poder dar ¡terrible y abrumadora realidad!: sólo el
recibir lleva las familias a la Escuela! ; y sabrá
y esto es lo más
importan te educar a sus alumnas fomentando
en ellas un cariño a la Escuela que perdure
a través de los años, para que luego,
madres ellas, al traer a sus hijos, unan su labor a la de la maestra, haciéndoles sentir un amor al trabajo y un sentimiento de orden y economía tales, que, por bien administrar su casa, no tengan que experimentar el desconsuelo desolador de enviar a sus hijos a las Cantinas escolares, maravillosa institución y medio, no fin, ocasional, pero no duradera, porque su acción es demoledora del Hogar y destructora de la unión de la familia, y la Escuela debe tender a fomentar ambas cosas.
Y para que esta ardua empresa pueda acometerla una maestra, no
necesita más que voluntad; queriendo tendrá tacto para tratar, recursos con que
ayudarse, palabras conque endulzar, consejos con que influir. Y será necesaria en la Escuela y
en la Familia, madre en la clase y maestra en la casa; el edificio social que ella levante, será firme y perdurable porque se apoya en
los cimientos que el amor ahonda y defienden el muro que el sacrificio levanta. Y esto lo puede hacer, lo
hace ya, sobre todo, la maestra rural. ¡0h, Maestros rurales, escondidos héroes e
ignotos mártires que lucháis con un medio hostil a vuestra cultura y enemigo de toda innovación!
¡Maestra de pueblo
que ves desmoronarse el castillo de tus ilusiones al saberte incomprendida! En tus manos está el preparar el
camino de regeneración;
tú sufre y calla; de tus fracasos saca fuerzas para nuevos intentos; tú sabes que serás la redentora, para
que las que te sucedan sean redimidas; echa tú la semilla de cultura, de amor y de
comprensión... Por ti, tu pueblo será grande, grande con grandeza de ideales, grande con
grandeza de sentimientos. Las miserias que ahora te vejan y deprimen, se tornarán, por tu
labor, para las que te sigan, en honores y consideraciones; tú educas la raza en el amor a la
Escuela; quizás
has conseguido ya que ésta sea una familia más, un hogar caliente con los carboncitos
que de cada
casa te envían los padres. Tú lograrás que éstos vean en ti una salvaguardia de su tranquilidad; la
labor que tú hagas en la Escuela, la proseguirán en casa Tu voz será guía,
porque es consuelo: tu deseo será orden, porque es razón. Pero razón dictada por una mente que, como
la del Seráfico de
Asís, estaba llena de su corazón. Por eso fue santo: porque pensó
siempre con el corazón, con aquel corazón encendido en ardiente caridad hacia todas
las cosas; caridad por la que llamó hermana a la cristalina fuente y hermano al hambriento lobo..?
Vosotras, Maestras rurales, que lleváis el peso del porvenir de España
sobre vuestros hombros, tenéis que pedir, tenéis derecho a exigir que no os aíslen en
vuestro Calvario; tenéis que saber que, en su penosa subida, contáis con el apoyo moral y
material de Autoridades
y compañeros; tenéis que tener el consuelo de ver que, a la consumación del sacrificio de vuestras
energías y a la agonía
De vuestras ilusiones, os acompaña el sentimiento de admiración de los que saben de nuestra
obra, Vosotras tenéis que pedir que, a vuestra abnegación en aras del bien de la Patria, responda la Patria con otro
sacrificio; escuelas, muchas
escuelas y maestros que las dirijan; y que
sea una realidad la asistencia obligatoria a
ellas. Porque, mujeres al fin, en todo momento previsoras, sabéis que los gastos de ahora supondrían un ahorro después. Ahorro en la enseñanza de adultos; acabaría de una vez el analfabetismo, pero no sólo el de no saber leer y escribir, sino el
que supone, aun sabiendo esto, el tener la inteligencia cerrada a toda idea alta y noble, grande y sana. Pedid también medios económicos paraqué la Escuela pueda dar; dar hoy, asegura el
recibir mañana. La niña que no asiste a la Escuela porque sus padres precisan su mísero jornal, aprenderá, si lo
recibe por asistir,a enviar a
sus hijos sin que les den nada, porque ya no
lo necesitan; porque su madre ha sabido
aprender la ciencia de la vida en un ambiente
rodeado de todas las ideas cumbres; porque sabe que el
tiempo de la Escuela es poco y hay que aprovecharle; que niñez y juventud pasan, como la
felicidad, sólo una vez por nuestro lado.
Pedid, por último, que vuestra misión se vea rodeada de todos los
prestigios, de todos los honores; que si personalmente los maestros no somos nadie, por serlo, tenemos que sentir un sano orgullo; honrar
a un maestro es
honrar a Aquel que quiso ser conocidopor tal nombre; el que nos enseñó
a sentir, con el alma abierta a todas las ternuras, el dulce mandato de «Dejad que
los niños sea cerquen a mi».
Nación tiene períodos de nacimiento, plena, Oswald Spengler, en su
discutido libro «La caída
cit. Occidente», propone una especial visión
de la Historia. Para él toda civilidad, decadencia
y muerte. Según él, la nuestra decae, y tras esta etapa vendrá la decrepitud caracterizada por un pálido y triste infantilismo. ¡Pesimismo
fatal, que da al traste con todas las esperanzas! Los maestros no queremos creer en ti. Nuestra civilización no puede morir, porque constantemente se renueva; el espíritu tradicional no está sujeto a los plazos fatales del tiempo; el
organismo envejece, pero no el espíritu. Una generación baja a la tumba y lega a la posteridad una luz inextinguible
que la vivifica. Por eso somos optimistas,
sintiendo conWells en su obra «La llama
inmortal», bella como un
poema e interesante como una novela..
Mantengamos en nosotros la llama inmortal de
un ideal acrecentador de fuerzas y creador de
nuevas energías. La misión del Magisterio,
desalentadora, ingrata, olvidada, oscura, es
la que más necesita de ideales quela impulsen,
de inspiraciones que la muevan.
Ya
termino.
La meseta castellana yace postrada en silencioso sopor... ¿Sueño?
¿Cansancio? ¿Agotamiento? No sé; quizás reposo nada más. Fue todo y puede ser todo. Es un honor que el primer paso dado por esta cruzada en pro de la
cultura y a favor de la Escuela, haya sido en la vieja ciudad de los Quiñones y Guzmanes. El
fiero león del escudo nacional, sacude su
melena y con su poderosa zarpa arranca del corazón de la Madre Patria, de la región
austera que de las márgenes del Sil a las cumbres del Guadalquivir extiende sus ricos trigales,
sus pinares oscuros
y sus verdes viñedos, el sello de inacción, de negligencia, de
desidia..
Castilla despierta al rugir del león. Sus rugidos son hambre de cultura,
sed de trabajo: los cachorros de esta fiera que en
vuestras manos moldeáis, Maestros leoneses, serán porque así
lo queréis, los surgidores de una raza, dura como su tierra, firme como
sus montañas, pura como su cielo y noble como
su historia. El recio temple del alma de la
meseta, volverá a ser, por vosotros, lo que fue:
ascético santo, con Teresa de Cepeda; sabio y culto con Isidoro de Sevilla; abnegado y heroico, con Guzmán de Tarifa.
Castilla,
que «así hace sus hombres y los gasta», reanudará su ruta gloriosa después de su
descanso; y llegará, puesta su juventud en manos
de un Magisterio sacrificado, trabajador y virtuoso, a ser más de lo que
fue,Castilla, madre de España en un tiempo ,olvidada
después por vieja y despreciada por pobre; renovada ahora por la joven savia de la nueva
educación, será otra vez grande otra vez fuerte, otra vez madre de esta patria de nuestros amores”.
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