(Francisco
Trancón Pérez) (Doctor en Filosofía y Ciencias de la educación)
Marina
Fernández nace hace 101 años en Santa Eulalia de Tábara.
Jovial,
alegre, con un fino sentido del humor desgrana
retazos escolares de su estancia en la escuela de Moreruela de Tábara
con una precisión matemática. Su discurso
coherente y vívido transmite al
oyente sus emociones, sus experiencias
de forma tan plástica que cuando habla da la sensación de haberse detenido el tiempo.
Marina
es una joven estudiante centenaria, alumna aventajada que aún recorre las aulas buscando nuevos
saberes, atesorando los recuerdos más entrañables de su vida escolar en su
memoria y en su intimidad.
El
aprendizaje escolar básico lo adquiere en las escuelas nacionales de su pueblo
y posteriormente amplía su formación en el colegio de Moreruela de Tábara.
Este
centro, según Isabel Cantón Mayo (1996) formaba parte de un ambicioso proyecto
educativo que bajo el auspicio del patronato de la Fundación Sierra Pambley,
fundó varias escuelas en Hospital de Órbigo (León), Villameca (León), Moreruela
de Tábara (Zamora) , Villablino (León) y en la ciudad de León.
El
ideario pedagógico de estas escuelas se basaba en las directrices de la
Institución Libre de Enseñanza, con aportaciones de Gumersindo de Azcárate,
Manuel Bartolomé Cossío, Giner de los
Ríos, etc.
La
escuela de Moreruela de Tábara se fundó en el año de 1897.
El
relato de Marina a través de esta entrevista discurre a partir de año de 1930, fecha
en la que prosigue sus estudios en esta localidad.
Inicio
la entrevista con esta pregunta
Te acuerdas de cuando fuiste a la escuela de
Moreruela de Tábara. Esta pregunta le debió parecer un tanto infantil, para una mujer como Marina
dotada una envidiable memoria.
“Pues
claro que me acuerdo, tenía catorce años y estuve allí dos años, tenía que
haber estado otro más. Salí porque se casó una hermana mía y mi madre quería
que me quedase en casa”
Marina
enlaza estos recuerdos con otros, es una constante en sus respuestas.
Indudablemente esta práctica enriquece el discurso y a pesar de ser contenidos
diferentes, mantienen una coherencia estructural.
“Mi
padre-comenta- era herrero y aprendió el oficio
con Gildo, en Villarrín de Campos, que tenía un hijo veterinario. Todos
los años acudía a las fiestas del Cristo. Iba por la mañana y regresaba por la
noche”
Recuerda
que en Villarrín existía un seminario de
curas, le dije que no. En este pueblo en aquella época había un colegio religioso regentado por los
hermanos Marianistas.
Esta
afirmación que podría tener una excusa para
verificar sus datos, se desveló que contenía algo más.
“Había
un sacerdote que se llamaba Domingo Mateos, que era de Calzadilla de Tera,
estuvo en Villarrín muchos años y después se vino para aquí”
Continúa
diciendo que el colegio pasó momentos
difíciles, que el sacerdote del pueblo y el médico denunciaron a la escuela y
ésta permaneció cerrada durante tres
años. Le pregunté la causa y responde “que no iba de acuerdo con sus ideas, que si
era laica y qué se yo qué otras historias”.
Según
sus datos la escuela permaneció cerrada entre los años 1927-1930.
Su
abuelo y otras personas acudieron al obispado de Astorga y a la sede de la
Fundación Sierra Pambley, solicitando la
apertura del centro, que reanuda de nuevo su actividad académica.
“Vino
D. Constantino Álvarez y después D. Amadeo Fuertes (mi maestro) y al final D.
Felicísimo Fernández del Campillo que permaneció veintiocho años” (véase La Opinión de Zamora de 30/11/1914)
¿Quién te
llevaba al colegio?
“Nadie
íbamos andando, veníamos a comer y volvíamos por la tarde, hay un kilómetro de
distancia”.
¿Cómo era la escuela?
“Una
elegancia, preciosa, con muchas ventanas altas, en la pared de afuera hay una
lápida de mármol blanco dedicada al fundador”
“Había
una huerta enorme, un jardín. La clase tenía las ventanas muy altas, con una
cocina que servía para calefacción. Alrededor de las paredes estaba la
biblioteca, con muchas estanterías, llenas de libros. Todos los hombres grandes
de España estaban allí”
“En
una pared había una pizarra muy grande colgada y mapas de España y de todo el
mundo”
“El
piso era de pizarra y el tejado también”
“En
la escuela estaba todo pago, cuadernos, cartapacios, tiralíneas”
“Siempre
que paso por delante de la escuela me quedo mirando y me llena de alegría”
El
patio de recreo tenía al fondo dos urinarios. Servía como huerto escolar y disponía
de un pozo de agua bombeada con un motor eléctrico para uso de la escuela y de
la vivienda del maestro que ocupaba la parte norte del edificio.
Cuenta
aún con admiración el ensayo de un extintor de fuego que realizaron en el patio
del colegio, así como un experimento en una probeta con alcohol.
Horario de clases
“Por
la mañana de nueve a una y por la tarde de tres a cinco”.
“Los
días de mal tiempo llevábamos la comida y la calentábamos en la cocina de
clase.”
“Teníamos
las mismas vacaciones que en la escuela nacional”.
Qué recuerdos tienes de tu
maestro
Noto
emoción y tristeza en su expresión, me siento intranquilo por haber formulado
esta pregunta, tal vez le afecte y temo que esto le perjudique.
No
fue así, sonriendo se dirige a mí con una expresión de alegría.
“A
D. Amadeo le quería mucho. Era un señor orador, era un maestro de otra clase de
maestros”.
“Era
de Torrestío, un pueblo de las montañas de León. Todos los maestros eran de
esas tierras ninguno zamorano”
“Muchas
clases las daba al aire libre. Hicimos muchas excursiones, a los saltos de
Ricobayo cuando se inauguraron, a Puente Quintos, al monasterio de Granja de
Moreruela, Zamora la vieja…”
Acudió
a su boda en Moreruela ya que se casó con una cuñada de su hermana. A los diez
años le despidieron. Se trasladó como maestro interino a un pueblo cerca de
Villalpando, permaneciendo un año .Después se colocó de contable en la central
eléctrica de Aspariegos. Tuvo cuatro hijos. Perdió su pista hace muchos años.
Recuerdos de D. Paco (así
llamaban en el pueblo al fundador)
Esta
pregunta no estaba prevista en el cuestionario, ella me contó casi de forma
confidencial una serie de aspectos relativos al fundador, que no vienen
reflejados en ningún libro sobre la obra de Sierra Pambley.
Al
parecer un hermano de D. Paco, allá en Hospital de Órbigo salió con un caballo,
éste se espantó, derribó al jinete, falleciendo. Heredó las propiedades de D. Paco un sobrino. Dos años después apareció un
testamento en el cual se confirmaba que la herencia correspondía a la Fundación.
“Tenía
una ganadería, muy grande en Requejo y Quintanilla, potril, ovejas, una yeguada
elegante”
Recuerda
que a las ovejas las llamaban merinas y a los corderos borros. El ganado practicaba la trashumancia hasta
los pastos de las montañas de León.
“Cuando
venía la vaquería de las montañas era una novedad, daba gusto ver tantos
animales”
“Don
Paco pasaba temporadas en una casa que tenía
para los guardeses que hay en Requejo”
“Don
Paco a los de la Mata y el Raso les daba una hectárea de terreno para cultivar,
era muy bueno. Murió en 1915”
Prestigio de la escuela
“Los
de Santa Eulalia, Pozuelo y Moreruela se distinguían de la gente de otros
pueblos que no sabían nada”, comenta Marina y reforzando esta opinión subraya
“Cuando los de Santa Eulalia iban a Manganeses a moler el trigo, hacían las
cuentas muy bien. Los de allí apenas sabían nada”.
“Toda
mi familia, menos mi padres hemos ido a la escuela, mi marido, mis hermanos, mi
suegro, mis hijos. Todos muy orgullosos”.
¿Qué hacías en la escuela?
Lecturas
“Muchas cosas. No estudiamos por libros,
sino por apuntes. El maestro nos explicaba la lección, la escribíamos y luego
se la leíamos”.
Había
unos libros básicos de lectura que eran el Conde Lucanor, Corazón de E. Amicis
y Código moral.
“De
la biblioteca podíamos sacar libros y llevarlos para casa, he leído muchos:
Agustina de Aragón, Episodios Nacionales, Pizarro, Juana de Arco….”
“Las
chicas cuando salíamos al recreo, nos dedicábamos a leer y cuando íbamos a
casa, en el buen tiempo nos sentábamos en una pradera a leer”
Trabajos manuales
“Hicimos
el pueblo español en cartulina. Figuras de barro, flores con hilos, qué se yo
cuanto”
“No
hacíamos labores de coser, pues el maestro no sabía”.
Materias de estudio
Fundamentalmente
geografía, historia, ciencias naturales. Otras asignaturas como aritmética,
lenguaje, etc. Hacían copias caligráficas.
La
religión se ofrecía como materia optativa, pero nadie la elegía.
Exposiciones, teatro,
recreos, condiciones de acceso, calificaciones etc.
Al
final de curso hacían exposición de los trabajos escolares. Había
representaciones de teatro, pero Marina no participaba, porque no le gustaba.
En
los recreos los niños tenían turno distinto al de las niñas. Aunque convivían
todos juntos en la misma clase, los pupitres estaban separados por sexo. El
hecho de compartir la misma aula, constituyó un hecho insólito en aquella
época.
Para
entrar como alumno en el centro, se requería un examen previo de lectura,
escritura, cálculo y conocimientos generales, respetando los números clausus
asignados a cada municipio. La ratio era de 30 alumnos/aula.
Según
Marina eran preferidos los niños de las Dehesas de Quintanilla, Pozuelo y
Quintos. Aunque un poco complicado para trasladarse a Moreruela.
Al
final de curso les entregaban a los alumnos las calificaciones Marina comenta
“Sí, nos daban notas al final de curso, pero no servían para nada”. Quería decir que no eran válidas o reconocidas
oficialmente
Una travesura graciosa
Marina
no habla de castigos al alumnado. El comportamiento de las niñas debía ser
ejemplar, ni peleas, ni desorden, sólo estudio, obediencia. Me pregunto si realmente
era así, alguna vez tenían que observar una conducta revoltosa,
más escolar, ruidosa, con bromas típicas de su edad, aquella escuela se
basaba en principios de libertad, alegría , actividad, y esto se tiene que exteriorizar.
Marina
me sacó de dudas contando una travesura de niñas, con tal gracia y
alegría que parecía disfrutar de los hechos como si hubieron ocurrido ayer
“Hacíamos
nuestras averías. En La huerta había una
colmena y dijimos:
-¿por
qué no la vamos a tirar? Fuimos y entres la tiraron.
Había
una chica del molinero y con un palito me dio un trocito de miel. Un chico que
estaba fuera nos vio y se lo dijo dueño. La que se armó.”
El
dueño exigía el pago de la colmena porque al parecer se había roto. Marina sostiene que no la ha tirado, pero que sí probó la
miel. El maestro se enteró de incidente, participó de las risas de las niñas,
no dice que hubiera ningún tipo de castigo. Al final entre todas tuvieron que
pagar la colmena.
Marina
no cuenta la reacción de sus padres.
Compañeros del colegio
En
esta parte de la entrevista Marina estaba más locuaz, emocionada por volver a
recordar las camaradas de pupitre, con las que indudablemente compartió
confidencias, alegrías, sinsabores, ilusiones. La nostalgia le invade, aunque
sonríe, una constante en su carácter. No deja de pensar que de compañeras, solamente
vive una de cien años (Araceli) que está en una residencia de Tábara.
Esto son los nombres que me ha facilitado, tal vez yo haya cometido algún error de transcripción
Santa Eulalia (niñas)
Nuria
(la del molinero); Araceli (residencia de Tábara), Demetria, Maximina Guerrero
y Marina Fernández
Santa Eulalia (niños)
Vicente
Fernández, Esteban Fincias. Eliseo y su hermano Elías.
Moreruela (niñas)
Celsa
González, Isabel Ferrero, Sarita Rojo,
Catalina López y Pilar Martín.
Moreruela (niños)
Rodomiro
Crespo (muerto en la contienda civil), Manuel Fernández, Isidoro y Lolo (hijos del señor Andrés, fallecidos en la
contienda civil) y Santiago Pozuelo.
Pozuelo (niños)
Genuino
López, Santiago Alonso Sepúlveda y Ángel
López
Final
La
entrevista finaliza, siento que esto sea así. Escuchar a Marina es actualizar
el pasado, recrear imágenes, sonidos, vivir una experiencia que ella ha sido
capaz de transmitir y llenar de emoción una parcela entrañable de su dilatada
vida para que en nuestra memoria perviva el regalo de sus recuerdos.
Como
inspector de educación para mí hubiera sido un privilegio y un honor visitar el
aula de las experiencias, el aula donde el alumno crea y el maestro observa, el
aula donde Marina y sus compañeros aprendieron que lo más hermoso es aprender a
vivir con los demás, a respetar y hacer felices a quienes te rodean.
El
patio de los recreos, de las confidencias, fue un foro de libertad en el que un grupo de adolescentes escribió su experiencia
escolar en el cuaderno de la vida, que hoy Marina nos lo muestra para que los que
hemos seguido su relato, sepamos valorar y comprender la gesta educativa de los
maestros y alumnos que llenaron de
esplendor la escuela de Moreruela de Tábara.
Escuela de Moreruela de Tábara (Zamora)
Marina Fernández Santiago (1915)
Este trabajo ha sido publicado en el periódico "La Opinión" (Zamora) el 11/10/2016
Este trabajo ha sido publicado en el periódico "La Opinión" (Zamora) el 11/10/2016
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