Las
distintas administraciones educativas no
establecen fecha fija para celebración del día del maestro. El 31 de
octubre es reconocido en los calendarios escolares como “Día del docente” en la comunidad de Castilla
y León; la Comunidad de Cantabria el 27
de enero; Extremadura 26 de noviembre; Madrid el 31 de octubre con excepciones
; en el País Vasco, se considera una fiesta movible y se puede celebrar en cualquier época del curso,
respetando las normas de confección del calendario por parte de cada centro que
tiene amplia autonomía este aspecto; en Navarra se establece el día 25 de
noviembre, aunque siguiendo las mismas normas que en Euskadi por parte de los
centros si quieren fijar esta fecha en otra época; en la provincia de Sevilla la delegación de educación concede el 31 de
octubre como festivo, pero sin especificar el motivo de este día de asueto.
J. Alonso (periódico digital “hoy.es) comenta
que los políticos y muchos empresarios
creen que las fiestas lo son solo porque no se produce y no se dan cuenta de
que hay colectivos, como el de los maestros, que entienden que las fiestas son
un sentimiento, una conmemoración enraizada en su memoria sentimental y que
sustituir a San José de Calasanz rompe
sus tradiciones.
En nuestro país, con
relación a la enseñanza primaria en los
años de 1940-1975, se ha considerado el 27 de noviembre, San José
de Calasanz, día vacacional, por ser el
patrono del magisterio
Esta celebración es reconocida por la administración educativa de
aquella época, como una fecha específica dedicada al maestro, se consideraba
una efeméride escolar junto con el día de los Todos los Santos, día de la Raza, día del caudillo,
etc. Por este motivo constituía una actividad escolar obligatoria el reflejarla
en los cuadernos individuales del alumno y en el colectivo del aula, llamado “de
rotación”.
Los ayuntamientos
organizaban un acto de agasajo al profesorado que normalmente consistía en ofrecer un aperitivo a los asistentes al evento, al que acudían las autoridades
locales y se pronunciaba algún discurso por parte de algún maestro o inspector
de educación sobre temas generales de la enseñanza, glosando la figura de
pedagogos nacionales, San José de Calasanz, Luis Vives, el padre Manjón, padre Poveda, etc., o ensalzando las
virtudes humanas y casi divinas que deben acompañar al docente.
Era un día para el
encuentro entre el magisterio de aquella época, la mayoría ejerciendo en
escuelas rurales y, por tanto, alejados de
sus colegas.
La jornada contemplaba
actos religiosos y de reconocimiento a
la labor docente desarrollada por maestros que, según el criterio de la
inspección educativa, se hacían
merecedores de un “voto de gracias”. Una certificación de su buen hacer en el
aula que le servía como mérito en su carrera docente a efectos de concursos de
traslados o ascenso en el escalafón profesional.
También era una fecha para la nostalgia. Se despedía a los
profesionales que se jubilaban, normalmente se le entregaba una placa grabada
recordando este día.
Los tiempos cambian y
con ello las costumbres, se hace necesaria una adaptación a los nuevos retos,
estilos.
Semánticamente “el día del maestro”, recibe otros nombres:
“día del enseñante”, “del profesor”, “del docente”, etc.
Este cambio de nombre,
comporta una percepción nueva sobre el
rol del educador. La palabra “maestro”
se va relegando a épocas pasadas, al desuso y
a la pérdida de su significado original
y, por tanto, de su labor básica: educar y enseñar a aprender.
El aprendizaje no ha
variado en su aspecto formal basado en una interacción maestro/alumno, sí los
métodos, las formas, los conceptos, los contenidos, los instrumentos
metodológicos, pero nada más.
Da la sensación que
una parte de la sociedad ha perdido el significado ontológico de los riesgos y
compromisos que comporta la enseñanza, mostrando conductas cargadas de
incomprensión e ignorancia sobre la labor educativa.
El profesorado se ve
sometido a presiones, críticas y dudas sobre su trabajo. Todos entienden de
educación, hasta los menos instruidos se ven capacitados para desprestigiar su
trabajo, algunos miembros de la comunidad educativa se creen legitimados para dictar normas sobre la
marcha escolar de un centro sin haber leído ningún tratado pedagógico, otros
arremeten con denuncias y comportamientos agresivos contra los docentes.
En mi trabajo como
inspector de educación he sido testigo y he intervenido en muchos conflictos
escolares. No he tenido la satisfacción de recibir a ninguna persona que me
haya venido a visitar para elogiar la labor de determinado profesor o
profesora. En esto he sido poco afortunado
Esta obsesión por
acudir a las autoridades educativas a
plantear problemas, pero no a intentar escuchar es muy frecuente.
Mi propuesta es que se
debe considerar la creación de la figura del “defensor del maestro” dentro de
la propia administración escolar. Los sindicatos ayudan al profesorado, pero su
capacidad resolutiva en ciertas situaciones
se ha mostrado poco eficaz, no por falta de capacidad , sino por carencia de apoyo institucional.
La inspección
educativa es garante del cumplimiento de la ley cuando afecta al alumnado, a
los centros educativos, a las familias de los escolares, etc., ¿pero quién vela por el profesorado, quién le
ayuda, quién le defiende cuando es acosado, cuando se siente hostigado en su
trabajo?
En la película mejicana Simitrio estrenada en España en 1960, interpretada magistralmente
por José Elías Moreno (en el papel de maestro) y Javier Tejada en el del simulado alumno Simitrio, se resaltan dos aspectos fundamentales: la vocación
del maestro y cómo ha ganado el amor de un pueblo entero que no duda en poner
todos los medios necesarios para proteger a su amado mentor.
Esta reflexión nos invita a confiar en la labor del maestro y que en muchas ocasiones precisa ayuda.
F. Trancón
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