VIEJOS Y NIÑOS: Discurso leído por D. Álvaro
López Núñez (1925)
Francisco
Trancón Pérez
Álvaro
López Núñez (1865-1936). Natural de la Bañeza (León), fue diputado en
Cortes entre 1927 y 1930 y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y
Políticas. Junto con José Maluquer i Salvador
(abogado, profesor universitario, gestor de seguros sociales) y José Marvá
i Mayer, (ingeniero y militar) fundaron el Instituto Nacional de Previsión.
López
Núñez intentó mejorar a los desvalidos,
marginados, ancianos, niños y disminuidos. Trató de reemplazar la hasta
entonces única política social de beneficencia así como censurar las tesis revolucionarias de corte marxista
sobre este tema.
El Diario de León (20/12/2008), profundizando
sobre la figura de Don Álvaro dice que entendía “por justicia social la armonía entre las
partes, no el triunfo por medios violentos de la clase proletaria sobre la
patronal, pues con ello no se haría sino revertir la injusticia. Si, como
consecuencia de la lucha de clases, ha de haber un vencedor que impone su
voluntad al vencido, ¿para qué, entonces, promulgar leyes y normas de
convivencia, de amor fraternal entre los hombres? Confiaba, desde su idealismo
optimista cristiano, en el diálogo social, donde todas las piezas deberían
coordinarse como colaboran en el funcionamiento de un reloj.”
Las críticas reiteradas en
distintos medios que hizo sobre el frente popular, haber desempeñado un cargo
en el Ministerio de Trabajo, su acendrada confesionalidad religiosa y otros
muchos factores, fueron determinantes para granjearse el odio de la izquierda
más radical. El 29 de septiembre de
1936, Álvaro López Núñez, de 71 años de edad, fue conducido junto a su hija Esther
a la checa del número 9 de la calle Fomento de Madrid. Al día siguiente
aparecieron fusilados.
Esta breve referencia nos acerca
a la figura de D. Álvaro, analizando a continuación el contenido de un interesante tema sobre cómo entendía la previsión social.
Para ello tomamos como
referencia la publicación “Viejos y niños” editada por el Instituto Nacional de
Previsión (1925).
El contenido es un discurso leído en la solemne fiesta del Certamen
pedagógico-social, celebrado en Guernica
(Vizcaya) el día 20 de septiembre de
1925, con motivo de ensalzar un
acontecimiento sobre Previsión social, en el que intervienen niños y mayores.
Don
Álvaro se preocupa de estos dos colectivos
solidarizados entre sí de tal modo que coincide
con aquella antigua sentencia que indica
que “la vejez más robusta fue antes la juventud más arreglada”
Los ancianos reciben unas
libretas con sus ahorros por lo que se
les reconoce una modesta pensión para todos los días que les restan de vida,
subrayando “que con ser muy apreciable este beneficio
económico, lo es mucho más el de respeto y veneración que ahora les consagra este
pueblo, en nombre de todo el país”. En este acto público testimonia el abandono en el que se hallan muchos ancianos, y que es un firme deseo del Instituto Nacional de Previsión evitar
esta situación, para tiempos venideros.
Dignifica el carácter social de
la Previsión estableciendo este símil comparativo “la avaricia es un pecado
capital, mientras que la Previsión, es
una nobilísima virtud”. Para López Núñez, el avaro atesora para sí propio,
poniendo en su personal conveniencia el fin de sus economías; mientras que el
hombre previsor, con un sano concepto de la moral social, atesora para sí mismo
y para los demás, y califica al avaro
“como una nota discordante en la armonía social”.
Arremete contra la sociedad, señalando que ha sido ingrata para con los viejos, correspondiendo con un
cruel abandono a los beneficios que de ellos abundantemente ha recibido. Cita a
Alfonso el Sabio que aludiendo a los ingratos en una de las leyes
de la IV Partida dice que la ingratitud “es
una de las grandes maldades que ome puede fazer”.
Continúa -refiriéndose a los
mayores- que “estos hombres que hoy vegetan tristes en los asilos, esperando y
ansiando la muerte liberadora, o estos otros que, con el cayado y la alforja
del peregrino, se arrastran solitarios y
errabundos, por las carreteras, pidiendo limosna a los transeúntes, o aquellos,
más merecedores de compasión, que comen el pan amargo en un hogar donde no se
les ama, son los que, con la luz de su mente y la fuerza de su voluntad, han
contribuido a formar los bienes que hoy gozamos”,
Con relación a los asilos expone “es
el mayor enemigo del hogar y de la familia; y así como el hombre, por pobre y
humilde que sea, se cree rey en su pobre choza, de igual modo se siente esclavo
en el asilo, aunque le rodeen bronces y mármoles”.
Como un mal menor admite el asilo en los ancianos; pero mal, al fin, y no pequeño, porque
en estas instituciones de beneficencia no suelen dar amparo al calor de los
afectos familiares; “por muy buenas que
sean las personas que las dirigen, es
imposible sustraerlas a una cierta rutina y automatismo incompatibles con la
solidaridad humana”
El dolor, en los asilos, manifiesta que es
disciplinado y sujeto a reglamento, como en una especie de milicia, donde en favor
de las ordenanzas y de la convivencia regular de los residentes en estos centros, “se
sacrifican y se sofocan los más dulces afectos del ánimo”.
Reconoce progresos sociales en materia de beneficencia
o de asistencia pública, en cuanto a la mejora de los métodos, aplicando en
determinadas circunstancias tratamientos individualizados.
Con referencia al sentimiento de
soledad del anciano, López Núñez cita a Concepción Arenal, recordando que el dolor es como un amigo triste que
ha de acompañarnos en el camino de la vida. No podemos extinguir el dolor, pero
sí reducir la zona de su imperio, limitándola a esta esfera de tonicidad
individual que se considera útil y aun necesaria.
Dignifica la presencia del
anciano, afirmando que es el centro de
gravedad en el hogar familiar
“imprimiendo un ritmo de orden, serenidad y cordura”.
Otra parte fundamental de su discurso aborda la educación
primaria, efectuando unas reflexiones muy acertadas y descriptivas “la
escuela era como un recogimiento
espiritual apartado del cauce de la vida corriente, donde un maestro,
desconocido y menospreciado por los
ciudadanos, transmitía, por medios violentos, en un local triste y antipático,
ideas abstractas cuya utilidad no alcanzaban a comprender los niños, ni acaso
el mismo maestro tampoco”
Ironiza afirmando que “de cuando
en cuando se abría aquel recinto hermético para que entrasen en él, no las
auras refrigerantes y fecundas de la vida social, sino las autoridades y las
familias de los discípulos, ante las cuales aquellos niños repetían inconscientemente cosas ignotas que habían aprendido, que
producían asombro a los que las escuchaban, porque, de ordinario, eran para
ellos ininteligibles y peregrinas”.
Sugiere la consecución de unos
valores sociales, religiosos, morales, en la escuela, anticipándose a las
nuevas tendencias de la actual enseñanza: “Hoy ha cambiado del todo el aspecto
de estas cosas, y la escuela, como la vida, es sustancialmente social. Sin
desdeñar todas aquellas enseñanzas que tiendan a dar eficacia a las fuerzas
individuales y a ennoblecer y hermosear el espíritu”.
Hace especial referencia a los Cotos
escolares., que no son otra cosa que una organización del trabajo en común,
que realizan los niños, aplicando sus productos a fines de previsión. Joaquín Costa (perteneció a la Institución
Libre de Enseñanza) desarrolló esta idea (Véase “Colectivismo agrario en
España”, 1898. Reeditado por la editorial Guara en 1983). Estos principios
fueron aplicados a la escuela por iniciativa
de José Maluquer i Salvador.
Los cotos tienen carácter
agrícola y forestal. Los niños de la escuela, bajo la dirección de sus maestros
o de personas expertas en estas materias, cultivan pequeños lotes de terreno,
convirtiéndolos en huertas y jardines o destinándolos a la repoblación de
árboles.
Las
Mutualidades escolares
constituyeron una de las instituciones complementarias de la escuela más
importantes, desarrolladas a través del
Instituto Nacional de Previsión, a partir de
los esfuerzos de Álvaro López Núñez y otros importantes colaboradores.
El
real decreto de 7 de julio de 1911, dicta normas para la incorporación de las
Mutualidades escolares en el Instituto Nacional de Previsión.
Según
el citado decreto las Mutualidades escolares tienen por objeto “fomentar en los
niños la virtud del ahorro, constituir dotes infantiles y la formación de
pensiones de retiro a capital cedido o reservado”.
Las
bonificaciones a que tienen derecho los escolares mutualistas se determinaron
por real orden de 16 de diciembre se ese año.
A
partir de la publicación se constituyó una comisión para redactar unas “Nociones de mutualidad escolar”.
El trabajo de
dicha comisión estuvo presidido por el Director general de primera enseñanza
(Rafael Altamira) y aprobado por la real orden de 1 de abril de 1912.
El real decreto
de 7 de julio de 1911 establecía en el artículo 7º la creación de la Comisión
Nacional de Mutualidad Escolar, presidida por el Director general de primera
enseñanza.
Para estimular
la constitución de mutualidades escolares dispuso el Reglamento de las
organizaciones sociales que favorecían dichas mutualidades la creación de una
medalla (11 de mayo de 1912, artículo 34). Esta propuesta fue puesta en
práctica mediante la promulgación de la real orden de 26 de marzo de 1915,
disponiendo se premie a los propagandistas, fundadores y donantes de las
mutualidades escolares con medalla de oro, plata y cobre, según sus
merecimientos.
Los modelos de
documentos para la fundación de mutualidades fueron aprobados por real orden de
5 de agosto de 1912.
Las libretas de
dotes infantiles creadas por el Instituto Nacional de Previsión era abonado su
importe al beneficiario al cumplir éste 25 años.
El número de
mutualidades escolares de aquella época se acercó a 6.000.
Sobre el valor
educativo de la mutualidad escolar, Ezequiel Solana (1911) indica: “Si es
importante la Mutualidad escolar desde el punto de vista económico, ha de
reconocerse que no es menos importante su virtud educadora.
El niño que cada
lunes deposita en manos del maestro sus diez céntimos semanales, cinco como
medida de previsión para su pensión o seguro en la vejez, y cinco como prueba
de generosidad, de ayuda mutua, que se convertirá en socorro de enfermedad para
uno de los mutualistas, se somete a una disciplina a la vez moral y social que
la enseñanza del mejor maestro no podía igualar. El ingreso de la cuota semanal
es para el niño una verdadera lección de cosas que no tiene semejante en el
mejor discurso.”
Se debe en gran parte la labor de cotos y mutualidades
escolares al esfuerzo de docentes de las escuelas, que desde el primer momento de la
implantación del régimen previsor en la infancia, comprendieron la importancia
de esta práctica y se aplicaron a ella con entusiasmo.
Finaliza el discurso con estas
frases
“Y ahora, para terminar, volvamos
a nuestros viejecitos, los viejecitos de
mañana, que seréis vosotros los que ahora cruzáis entre flores la senda de la
vida. Respetad y amad a los viejos, recordando aquel bello cantar del poeta de las Encartaciones (zona geográfica de
Vizcaya)”
A la sombra de una encina
duerme un anciano la siesta:
no turbéis su dulce sueño,
pájaros de la arboleda.
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