Se expone un resumen sobre las cualidades que ha
poseer el futuro maestro, tanto en el aspecto moral, social y físico.
Los autores son Valentín Zabala Argote (inspector
electo de primera enseñanza) y Julián López Catalán (maestro superior de Zaragoza).
El escrito data de 1860.
Más adelante, en otras intervenciones en este BLOG,
seguiré profundizando en las sorprendentes teorías pedagógicas de Valentín
Zabala. Tal vez su figura ha pasado desapercibida en el panorama docente, sin
embargo, merece la pena leer sus escritos, que nos han llegado gracias al
interés y entusiasmo de su amigo Julián López
De la conducta y laboriosidad del profesorado de
primera enseñanza depende en su mayor parte la felicidad ó desgracia de las
generaciones presentes y de las venideras. Penétrense, pues, los maestros de
su cometido, y reflexionen sobre la trascendental mision que está á su cargo.
Los padres de familia les hacen depositarios de las joyas mas preciosas que poseen,
y si para fiar á una persona cualquiera un objeto de poco valor se le exigen
garantías, con mas razon deben exigirse al hombre, á quien se le encarga
cuanto hay en este mundo mas caro para las familias; los objetos de su mayor
cariño, las prendas de su mayor estima. La sociedad entera se confia á los
maestros de la niñez, á su discrecion entrega los nuevos vástagos que mas
adelante han de sustentarla y nutrirla con sus frutos . Agréguese á esto que la
mision del profesor es no solo trabajar en bien de la sociedad, sino en bien
del individuo, y nos convenceremos de las bellas circunstancias con que debe
contar un encargado de la educador] si ha de cumplir dig - namente con su
deber.
Al que tenga la dicha de poseer todos los recursos
propios que son necesarios á este objeto, y haga buen uso de ellos en la
educacion, ha de serle muy llevadero su trabajo, porque sobre ser amado de los
niños, recaerán tambien sobre él las bendiciones de los padres. Por el
contrario, el que carece de dichos recursos ó, si los posee, no los utiliza
oportunamente, sobre pasar una vida trabajosa y ser rechazado por los
discípulos, no alcanzará proteccion entre los hombres, y merecerá la
reprobacion social. De aquí la necesidad en que están los maestros de primera
enseñanza de meditar mucho sobre lo trascendental de sus deberes, para
prepararse á su exacto cumplimiento. Con este objeto, vamos á exponer las dotes
con que deben contar para que puedan llenar dignamente su delicado cometido.
Son de tres clases, segun que se refieran al hombre
físico , intelectual ó moral; y como estas las considerarnos las mas
importantes, hablaremos primero de las circunstancias morales, siguiendo con
las intelectuales y concluyendo con las físicas.
Para que un hombre trabaje, no ya contento y gozoso,
pero aun con entusiasmo en las faenas y ocupaciones á que se dedique, es
indispensable que, ante todo, sea guiado por una voluntad dócil á la razon, y
decidida á no cejar en su propósito. Aun asi, los obstáculos con que tropiece
le arredrarán é incitarán á abandonarla; y muy señaladamente, si los resultados
que alcance no corresponden á sus esperanzas.
Los maestros, durante el curso de su vida, siempre
hallarán en el desempeño de su cometido tareas pesadas y sinsabores continuos;
pero los buenos encolara_ rán su premio y recompensa en la satisfaccion de haber
cumplido con su deber y en las bendiciones de los que hayan educado.
El que abrace esta profesion para especular, el que
entrevén en ella un brillante porvenir, recibirá indudablemente amargos
desengaños , pues sin bajar á la extrema pobreza, no pasará tampoco de ocupar
una posicion sobradamente humilde. De lo dicho debemos deducir que las mas
nobles circunstancias que deben adornar á un profesor, son: un grande
entusiasmo, un celo ardiente , un desinterés sin límites, y un irresistible
deseo de hacer bien á sus semejantes.
Claro está que no debe tampoco prescindir absolutamente
de una recompensa que le proporcione lo preciso para vivir con cierta decencia
y desahogo, necesarios para procurarle estima entre sus semejantes; pero no
debe ser este el principal aliciente que le mueva al trabajo, sino una probada
fortaleza y una decidida vocacion á hacer el bien, circunstancias ambas
propias para abrazar una profesion tan penosa como humilde. Si no se considera
con estas dotes, con estas preciosas cualidades; si conoce que no vale para
luchar con el carácter de los niños, es decir, con la impertinencia, la
ignorancia y los malos hábitos, ni con las ridiculeces, preocupaciones y
exigencias de algunos padres; si, estudiándose á si mismo, no se halla con la
suficiente resolucion y energía para salir airoso en tan delicado cometido, elija
otra profesion ú oficio, explote otro modo de vivir, en el que, sobre poder
conseguir una posicion mas holgada, aunque no mas noble, vivirá mas contento
y podrá ser acaso mas útil á la sociedad. Y no se crea que ese entusiasmo y
buen deseo se necesitan tan solo para arrostrar los penosos trabajos inherentes
al magisterio y para contentarse con las
pocas utilidades que proporciona, sino tambien para seguir con rumbo fijo la
estrechísima senda que le marcan sus obligaciones.
Tan penosa es la vida de un profesor, que parece
increible pueda un hombre soportarla. Necesita tal cumulo de principios, lleva
consigo tal linage de privaciones, que solo una profunda conviccion del bien
que está llamado á prestar podrá sostenerle dignamente en su ministerio.
El maestro tiene que separarse de la línea que
siguen la mayor parte de los hombres. Todas sus acciones deben llevar el sello
de la moral mas pura y de la mas sincera religiosidad, procurando que nada le
falte de cuantas bellas cualidades son propias de un hombre de bien; pues, si
mal mirada es la inmoralidad é indiferentismo religioso en un individuo cualquiera,
con mayor razon lo será en aquellos que están encargados de la educacion.
El maestro ha de poseer el corazon mas noble y sincero,
las creencias mas puras y la virtud mas acrisolada; puesto que sin estas
hermosas prendas serian inútiles todos sus esfuerzos. El tiene que fomentar la
caridad, ó el amor á Dios y al prójimo; tiene que sembrar la virtud y
desterrar el vicio, y en manera alguna no lo podrá conseguir sin sancionar sus
consejos por medio del ejemplo.
El enemigo capital de la caridad es el egoismo, asi
como la traicion lo es de la lealtad; la hipocresía de la sinceridad; la
sensualidad de la pureza, y el vicio, én general, de la virtud. El hombre
perverso no desea el bien de los virtuosos, antes por el contrario los detesta
porque no siguen sus criminales huellas.
Ahora bien, si un encargado de la educacion no
fuese virtuoso ¿podría trabajar con el interés que es indispensable, para ir
grabando en el ánimo de sus discípulos los principios que él desprecia ó por
lo menos mira con indiferencia? ¿Es posible que se desvele por inculcar ideas
contrarias á sus convicciones? La hipocresía está sujeta á muy estrechos limites:
todo cuanto oculta bajo su sutil velo se deja entrever al manifestar ideas
contrarias á sus prácticas. Cuando un hombre no hace lo que su conciencia le
dicta, parece que el corazon le pregunta irritado: ¿por qué mientes? Estas
sensaciones internas que son el signo de reprobacion de tan fatal conducta, no
siempre se pueden ocultar, y en ciertas ocasiones, por mas cuidado que se
tenga, se escapa alguna palabra ó alguna accion que dá al traste con los
recursos que se han puesto en juego para ocultar los defectos de que se
adolece: asi los niños, aunque amonestados por el hipócrita, seducidos por el
ejemplo, se pervierten y continuan en sus malas inclinaciones.
Queda, pues, probado que sin una sincera y
acendrada virtud es dificil conseguir resultados en la educacion. No queremos
decir que los maestros sean santos; semejante deseo, aunque laudable, seria una
quimera; el maestro tendrá como la generalidad defectos propios de su temperamento
y de sus pasiones; pero si se estudia á si mismo con el generoso intento de
conocer sus malas inclinaciones y vencerlas, si este propósito es llevado á
cabo con algun mediano éxito y no ceja en tan recomendable senda, se hallará
precisamente en las condiciones que exigimos, porque, como dice un escritor aleman,
solo Dios es perfecto y de una vez.
Por bien organizada que se encuentre una escuela no
dejarán de encontrarse en ella algunos niños díscolos, tercos y aun mal
intencionados, que, sometiendo á prueba el carácter del profesor, le incomoden
y le pongan en el duro trance de castigarlos. En estos casos es cuando el
maestro debe usar de prudencia, para elegir los medios mas oportunos á fin de
no comprometer su reputacion ante toda la escuela. El irritarse y el dar á
entender falta de serenidad, sobre contribuir á poner en relieve sus defectos
ante los educandos, puede con estos excederse en el castigo y sufrir despues
las consecuencias que puedan sobrevenir. El hombre de genio pronto é irascible
no puede contenerse en el momento en que se le incomoda, y tal vez, poseyendo
un corazon sensible, se ve comprometido sin pensarlo á sufrir los efectos de su
carácter. El que tenga esta falta no vale para maestro si no está sobre si y
procura adquirir la preciosa virtud de la paciencia. Si, la paciencia, este
precioso tesoro que debe poseer el hombre, para saberse contener en el momento
de una impresion desagradable, es indispensable al maestro para que todos sus
actos lleven el sello de la justicia y de la prudencia.
Procure convencer á sus discípulos de que nunca,
por mas faltas que cometan , tiene resentimiento personal contra ellos , de que
nunca les castiga con impremeditacion y menos por capricho, y de que si alguna
vez impone algun castigo, es únicamente más por que han faltado al deber y
porque les sirva de correctivo. Esta idea que enaltece ante los niños la
justicia y que dá un realce paternal á la autoridad del maestro, se graba en
ellos haciendo uso de la paciencia y perdonando las ofensas en que el maestro
fuese el agraviado.
Pero tampoco debe convertirse la paciencia en
debilidad, porque, conociéndolo muy pronto los niños y abusando de la falta de
firmeza del profesor, le faltarían abiertamente á la disciplina, y le serian
poco menos que inútiles todas las demas dotes que pudiera atesorar. Debe, pues,
el maestro poseer un carácter grave que no adolezca de irritable ni de débil,
que se retrate en él siempre la bondad para captarse el amor de los niños; pero
que nunca por debilidad deje pasar una falta, sino que la castigue en todos los
casos segun su importancia, dando á entender á la vez el sentimiento que le
causa el tener que hacer uso de un medio que repugna á un ser racional. El
maestro debe aparecer ante los niños á la vez que corno un padre cariñoso,
como un respetable juez que siempre está dispuesto á corregir y aun á castigar
todos los desmanes que se cometan. Afable y contemplativo para con los buenos,
risueño é insinuante para con los que se corrigen, grave y severo para con los
malos, y, segun los casos, amable para con todos.
Un profesor que reuna estas circunstancias, bien
puede encargarse de una escuela sin temer un mal resultado bajo el punto de
vista moral; pero no es esto solo lo que se exige; es preciso tambien infundir
la moralidad con el ejemplo , conocer el corazon de los niños y procurársela ;
preveer las causas capaces de frustrar sus esperanzas , y contar con recursos
eficaces y apropiados á las mil y mil circunstancias en que se le presentan el
entendimiento y la voluntad de los niños: estar persuadido del buen resultado
probable de sus medios de disciplina, y no solo saber desarrollar las
facultades de los discípulos sino tambien enriquecerlas con conocimientos
positivos: en una palabra , el profesor tiene necesidad de ser instruido además
de ser eminentemente moral.
Una instruccion especial es indispensable á todo
maestro para poder llenar cual corresponde su deber, que no es solo procurar
por la felicidad eterna que aguarda al hombre virtuoso: éste ha nacido tambien
para vivir en sociedad y por consiguiente tiene derechos que respetar y deberes
que cumplir : es necesario, pues, enseñarle á dirigirse por el laberinto de
esta vida, sin perder su norte, su rumbo primordial, es preciso para educarle,
instruirle , y por eso se hace indispensable en el encargado de tan delicada
tarea, no tan solo una conciencia recta, sino una razon ilustrada y una
competente instruccion, que á la vez debe saber comunicar.
Un maestro,
intelectualmente hablando: ya dijimos que no le queríamos ni le necesitábamos ;
no hay por que desear que sea un portento de ilustracion, ni es preciso que
penetre los arcanos de las ciencias; pero sí le es indispensable saber algo mas
de lo que ha de enseñar y tener las necesarias dotes para acomodar la
instruccion á la capacidad de sus educandos.
No todos los que poseen muchos conocimientos saben
enseñar. Esto requiere cierto tino particular, requiere un estudio razonado
para enterarse de las dificultades que encierra la enseñanza y hacerla en lo
posible fácil de adquirir: necesita el profesor conocer la esencia de la
materia que explique y las facultades que mas trabajan en su comprension, á fin
de exponerla con un acertado método que se acomode á los diversos modos de
ser de la inteligencia, y sobre todo al desarrollo y cultura de la razon ;
necesita estudiar los diversos procedimientos que mejor pueden amoldarse á la
enseñanza, elegir los métodos mas adecuados á las tiernas inteligencias y
saber sostener aquel ascendiente tan indispensable al buen régimen. escolar. Y
todo esto; no lo conseguirá, seguramente, si sus conocimientos son escasos:
creer otra cosa sería un error de graves consecuencias, y aunque no hay que
temerlo porque las Escuelas Normales inician al maestro en todo lo que
necesita, no debe este hacerse la ilusion de estar suficientemente preparado
por sola la circunstancia de haber obtenido el titulo. No faltan, por desgracia,
profesores que abandonan el estudio despues que salen de las Escuelas Normales
, por cuya causa estamos seguros de que han de sentir tristes consecuencias;
pues, ni podrán dar resultados satisfactorios en los cargos que se les confien,
ni prosperar en su carrera, natural y justa aspiracion del hombre laborioso.
El profesor celosoy entusiasta, despues de
conseguir del gobierno de S. M., con el titulo, la preciosa prerogativa de
educar la juventud, tiene un gran compromiso de conciencia en mejorar
constantemente sus conocimientos, dedicándose á lecturas provechosas que
alimenten su espíritu con sanas doctrinas y lo purifiquen con saludables
verdades. Sobre todo tiene extrema necesidad de dedicarse á estudios prácticos
sobre la manera de educar, sobre el modo de instruir, y délo aquí al frente de
sus mas importantes estudios, los pedagógicos. Y en electo, sin esta
preparacion ¿le será dado al pedagogo teórico conocer los variados temperamentos
de los niños, los efectos que haya podido producir en ellos la educacion
doméstica, los síntomas con que se presentan sus viciados sentimientos, y los
diversos medios que debe emplear para corregírselos y someterlos á un régimen
general sin que ninguno se perjudique?....Un maestro ansioso de cumplir exactamente
con su deber , observa los defectos de los niños, prueba los medios que le
parecen mas oportunos para corregirlos, está á, la espectativa de los
resultados que producen , los modifica en muchas ocasiones, y en no pocas los
varía por completo. Siguiendo esta conducta, estudiando con detenimiento las
obras pedagógicas y sacando todo el partido posible de las aplicaciones
teóricas, puede sobresalir entre la generalidad de sus comprofesores y ser útil
y digno miembro del noble magisterio de primera enseñanza.
Los estudios literarios no son menos indispensables
al profesor después de haber terminado su carrera, pues sin ellos en vano se
afanará por buscar medios de instruir y educar. El maestro debe ser muy reflexivo
y decididamente estudioso. Muchos hay, y no son pocos los que conocemos, que
tienen una marcada superioridad de conocimientos con relacion á los que poseian
al terminar su carrera ; pero tampoco dudamos que habrá otros, que siendo muy
aventajados, habrán perdido lastimosamente y no parecerán los mismos. El
resultado que dén unos y otros fácilmente se concibe.
En las Escuelas Normales solo se enseñan los rudimientos
de las ciencias, y aunque estos bastan para enseñar á los niños, el poco tiempo
en que aquellos tienen que adquirirse y la escasa preparacion que se exige á
los alumnos para ingresar en dichos establecimientos, son suficiente causa
para que no se comprendan con claridad. Al terminar un alumno su carrera, se
encuentra con ideas y conocimientos, pero no tan claros como es necesario ; y
si despues descuida el estudio , puede asegurarse que se incapacita para la
profesion. Es preciso desengañarse; en las Escuelas Normales se enseña á
estudiar, se exponen las ventajas del estudio, se dan los primeros pasos, se
pone el cimiento de la noble profesion del magisterio y se presentan los medios
de completar la obra; pero en manera alguna es esto bastante. Ténganlo presente
los profesores si aman la carrera que han abrazado y no quieren cargar con una
inmensa responsabilidad ante Dios y ante los hombres.
Pero no son suficientes las circunstancias que hemos
enumerado, sin embargo de ser muchas y difíciles de poseer, para que un
profesor pueda llenar debidamente su cometido. En efecto, su vida es una cadena
no interrumpida de trabajos y penalidades , que comienza con el primer dia de
su carrera y termina en el sepulcro; por tanto, si quiere soportar los disgustos
que son consiguientes y hacer mas llevadera su trabajosa profesion , es preciso
que esté adornado de buenas dotes corporales. Son tan árduas y tan continuadas
sus tareas, que no solamente necesita buenas circunstancias morales é
intelectuales, sino tambien un físico vigoroso y poco predispuesto á
enfermedades. Nadie duda de la influencia directa que ejerce la salud en
nuestros trabajos; nadie habrá que crea que una persona enfermiza, achaquienta
ó valetudinaria se halle dispuesta á arrostrar tareas continuas y pesadas , y
mucho menos las que lleva consigo la educacion de la niñez.
Mas no es esto solo lo que físicamente imposibilita
á un profesor para el trabajo, sino tambien los defectos de conformacion. La
falta de buena vista, la sordera y la deformidad de algunos de los miembros,
dan lugar por necesidad á la indisciplina escolar con sus perniciosas
consecuencias. La falta de vista contribuye á que los niños abusen por la
seguridad que tienen de no ser apercibidos; en un principio pueden ser leves
los desmanes que se cometan, pero van tomando incremento poco á poco hasta que
la escuela casi se entrega por completo al desórden, despreciando los demas
medios disciplinarios. En estos casos sucede, por lo regular, que se vale el
profesor de los premios y castigos como de un medio supletorio ásu defecto, y
el resultado no puede dar lugar mas que á disgustos con las familias, á quejas
de las autoridades, y al desprestigio dentro y fuera de la escuela. Lo mismo
pudiéramos probar la necesidad del oído; pero como nadie puede poner en duda su
importancia, en un maestro especialmente, no nos estenderemos en este punto.
Tambien es un defecto de mal resultado la
deformidad de algunos de los principales órganos, como la escesiva cojera, por
ejemplo, que expone al profesor á ser el blanco de las burlas y risas de los
niños, con grave perjuicio de la educacion. Estos son muy propensos á imitar y
no es dificil verlos en la calle , y aun alguna vez en la escuela ,
ridiculizando el defecto del profesor con gesticulaciones y con apodos estravagantes.
Por eso el gobierno de S. M. en su reglamento de
Escuelas Normales no permite cursar en ellas a los que se hallen en casos de
esta naturaleza; y ojalá se observase esta disposicion con mas escrupulosidad
de lo que se hace.
Hasta ahora solo hemos hablado del maestro considerado
en la escuela. Veámosle corno individuo de la sociedad, y aunque lo haremos
ligeramente, no querernos dispensarnos de hacer algunas indicaciones.
Tambien los deberes que el maestro tiene en sociedad
influyen grandemente en el resultado de las escuelas. Y no puede menos de ser
asi; porque sabida la relacion tan intima que une á padres y á hijos, naturalmente
se concibe que las afecciones de aquellos han de reflejarse en estos. Si el
maestro no conociese al hombre social; si nó concibiese los deberes que le
ligan con sus semejantes, si nó poseyese
el suficiente genio para ponerlos en práctica, de seguro le tendrian en mal
concepto. Los niños oirian en sus casas hablar mal de su maestro,
desconfiarian desde luego de él, y se perdería aquella armonía que debe haber
entre el maestro y sus discípulos, entre aquel y los padres de familia.
Damos ya por terminada esta materia, y nos persuadimos
de que, aunque no nos hemos detenido tanto corno hubiéramos deseado, ha de
servir a los maestros para que se penetren de los importantes recursos con que
tienen que contar y de la gran trascendencia de sus deberes. Sería útil que
estudiasen este punto antes de comenzar la carrera; pero ya que asi no sea,
háganlo despues y procuren su perfeccionamiento: solo de este modo podrán
adquirir influencia moral y vivir en medio de sus penalidades tranquilos con su
conciencia.
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