Faustina Álvarez (paisana y colega mía de profesión) fue inspectora de
enseñanza en León, allá por los años veinte del siglo pasado.
Este trabajo que presento es un
resumen de un cursillo que impartió en el verano de 1926 a un grupo de
maestras. Describe con realismo y crudeza la situación personal y profesional
del magisterio femenino de aquella época.
Beligerante, honrada, progresista, esta admirable profesional al
servicio de la inspección educativa, no te va a dejar indiferente amable
lector.
En este cursillo llamado de perfeccionamiento, pero que persigue
primordialmente la enseñanza, según se desprende de los temas a desarrollar, en
el que intervienen personas de tanto prestigio y demostrada cultura como las
que nos han precedido y nos siguen en el uso de la palabra., no podía dejar de oírse
la voz de la mujer, factor de importancia capital en los asuntos que nos ocupan,
y yo, no como Inspectora de la provincia, cuya intervención, podía tomarse como
el cumplimiento de una obligación ineludible, sino como Maestra, traigo a
representación de todas mis compañeras de la provincia, Y al ocupar este puesto
honroso, no empiezo pidiendo perdón a mi osadía, ni benevolencia para, mis
modestas opiniones, creo sinceramente que ocupo ahora el lugar que me corresponde
aquí, y voy a hablar con la tranquilidad con que lo hago en mis escuelas, con
mis Maestras, en las reuniones que celebro anualmente en los Partidos cuando
hago la visita de Inspección, y en mi hogar, cuan do marco a mis hijos el
camino a seguir en la sociedad. ¿No estamos tratando de asuntos de enseñanza? ¿No
es esto una escuela y un hogar?
Pues bien, estoy en mi elemento, estoy entre
los míos. La Maestra leonesa frente al problema del analfabetismo, es una
voluntad y un corazón. Conozco la provincia de León porque de aquí soy natural;
la escuela rural, porque fui Maestra de pueblo a los 23 años y las Maestras leonesas,
porque hace 6años que con ellas convivo, he sentido sus amarguras, alentado sus
ilusiones, con la esperanza siempre de un próximo resurgir, y perseguido con
ellas el ideal de regenera ion social, base del engrandecimiento de la patria,
que empieza en hogar, siendo su principal factor la mujer, y termina abarcando
la humanidad toda sin egoísmos de estrechos límites, como una gran que aspira al
bien común, y siempre la mujer, hija, hermana, esposa y madre es el factor
insustituible, la llama del fuego sagrado, al calor al cual se templan ]as pasiones,
se avivan los entusiasmos y se consignen los triunfos. Pero la Maestra leonesa,
fijándome preferentemente en, la rural, vive sola en los riscos de sus
montañas, menos fuertes que su voluntad, laborando escondida en la obra, grande,
que. El instinto, dice que es buena.
Ocupa locales infames,
sin protesta; carece de los medios indispensables para trasmitir la enseñanza,
siendo la misérrima consignación que para material recibe, insuficiente para atender a las necesidades de aseo y
calefacción del local; la rodea un pueblo hostil que no siente la obra
educadora en la mayoría de los casos, que discute sus métodos de enseñanza,
trata de imponer la organización escolar, y le duele el mísero sueldo de 2.000 pesetas
(al año) que cobra por un trabajo que creen tan fácil. Su corazón la convierte
en mártir por tiempo no se ha sabido educar su voluntad.
En las Memorias anuales que sobre el estado de
la enseñanza elevo a la Superioridad, he dicho noblemente toda la verdad del
mal de que adolece -nuestra legislación; decía en la de 1921 —«A pesar de las
modernas teorías la escuela rural se arrastra penosamente do minada por una rutina
agotador, en una, máquina parlante.
Al Maestro le desespera la falta de
vocabulario del niño, desconoce en absoluto la psicología infantil, le quiere necesariamente
adulto, que comprenda y exprese sus ideas con regular perfección, y de aquí que
le obligue a estudiar una y mil veces la definición estampada en el libro de
texto, sin admitir ni indagar siquiera si el niño podría darle una propia que
tendría, el mérito indiscutible de la asimilación de la idea.
La
legislación marca normas fijas para la preparación del futuro Maestro, y los esfuerzos
generosos del selecto personal de las Normales se pierden en gran parte. Es ese
fárrago indigerible de asignaturas, abarcadas con violencia, el que le obliga a
aceptar el trabajo hecho por que no tiene tiempo para la investigación,
atrofiando inteligencias y debilitando energías Por eso no salen capacitados
para completar por si mismos la cultura que les falta, y para triunfar en unas
oposiciones necesitan otros dos anos de preparación especial, acaso con el mismo
profesor, que a veces descubre en el futuro educador aptitudes insospechado pechadas.
El mal parte de la base. Si ese alumno tiene suerte y se coloca en una población,
irá poco a poco reflexionando en lo equivocado de su formación y si es modesto
en sus necesidades económicas y tiene fe en la obra de la educación, llegará, a
cambiar radicalmente los procedimientos que emplearon para él y podrá ser el
educador de sí mismo y el de los otros, arrastrando siempre la falta de origen
y esquivando lamentables equivocaciones; pero si, como la mayoría, sin poder
completar esa segunda preparación, va al pueblo rural, su fracaso al frente de
la escuela, es seguro. De aquí el desánimo, la muerte de la iniciativa y la conversión
del educador en máquina que funciona automáticamente
Perdónese
la expresión de estas verdades amargas, estoy contando mi historia, estamos en
familia espiritual, y podemos oírla. Este estado de cosas se agudiza si la encargada
de la educación es Maestra: la vida de familia, los cuidados de la maternidad absorben
gran parte de su tiempo. ¿En qué Normal se le enseñó Puericultura para sistematizar
la crianza de sus hijos y dar lecciones para los hijos de los demás? (¡De cuántos
infanticidios serian responsables las madres más amorosas si la Bondad divina
no las absolviera en gracia a su ignorancia!) ¿Se le ha enseñado a sentir las
satisfacciones del deber cumplido sin vacíos; a ver en los ojos de los niños
que educa ese relámpago de inteligencia que surge, cuando ante una explicación
sugestiva y un ahondamiento sagaz del educador, sale el alma a las pupilas del
niño, dejando en el corazón del Maestro una satisfacción que no se olvida, un goce
que no tiene precio? ¿Hay alguna asignatura de su carrera que se llame vocación
profesional? Yo admiro a estos mártires del deber, los esfuerzos sobrehumanos
pie realizan para cumplirlo del modo que lo sienten.
Yo
pedí en esa Memoria, a que antes aludo, cursillos de enseñanza dados por los
Inspectores, en las capitales de provincia a los Maestros y Maestras que más
los necesitasen, que sirvieran para quitar la nota deshonrosa de derechos
limitados; que duraran un mes, el de Junio (ya daré luego la razón de esta preferencia);
subvencionando al personal deficiente; abarcando el pequeño programa;
fortaleciendo el ánimo de estos pobres desterrados enfermos del espíritu, para
que volvieran a sus montañas renos de optimismo para seguir Con abnegación. No
pude conseguirlo. La visita de Inspección no basta para corregir defectos salientes
de preparación profesional; tres horas o cinco como máximo al año, o cada dos,
para indagar el funcionamiento de una escuela, el estado de la enseñanza, y dejar una estela de orientación
que sea un consuelo y una esperanza, es sencillamente absurdo, Por eso proponía
yo los cursillos de enseñanza. Conozco bien esta provincia; el pastoreo reclama
al niño desde (i arios hasta 12; salen en las primeras horas de la mañana y
vuelven a las once; ya la escuela se ha cerrado.
El carácter de temporeras con que funcionaron
la mayor parte de las escuelas mixtas, originó una costumbre a la que el pueblo
se ha habituado por necesidad del trabajo del campo. La escuela no se adapta a
las circunstancias de los pueblos; en el mes de Junio no asisten los niños a la
gran mayoría de las escuelas, por eso elegía yo ese mes para los cursillos, no
habría necesidad de dejar suplentes; el Estado abonarla la mitad del sueldo de
cada Maestro; suponiendo que el gasto de cada uno fuera el total, bien podría
sacrificar la otra mitad para curar una enfermedad del espíritu, como la sacrifica
cuando obtiene la licencia por enfermo del cuerpo. Los Inspectores no tenían
dietas especiales, cumplían la principal misión que les está encomendada. Al
volver estos Maestros a los pueblos, la clase se haría única y sólo de dos
horas, desde las once hasta la una, la lección seria ocasional; conversaciones
amenas e instructivas; dedicadas al hacer; cristalizando lo más notable en el
diario del trabajo del alumno. Los niños asistirían con gusto; no olvidarán
durante todo el verano lo que habían aprendido por el invierno, la enseñanza
ganaría mucho y el analfabetismo recibiría rudo golpe.
Pero con todas las deficiencias apuntadas, de
las que la Maestra es el mínimo culpable, es ella la que tiene más valor ante
mis ojos y por la que sintió más piedad. Ella ha sido é31 titán de su escasa
cultura. Hace menos de 100 años, un Ministro de España, Calomarde, dictaba un
Reglamento sobre la enseñanza primaria que decía: «No será condición indispensable
en las escuelas de niñas, que la Maestra sepa escribir, podrá, tener un
Pasante. Y este Reglamento publicado en 1825 entró en vigor en 1838. ¡Pobre
mujer, si a la Maestra no se la exigía saber escribir, qué cultura podrían
esperar las demás!
Nos
referimos a las clases populares. Más tarde se fueron desterrando preocupaciones
y limando asperezas; se le fueron concediendo derechos sagrados, pero con limitación
injusta, recelando siempre del uso que pudiera hacer de ellos. Era el hombre el
legislador. Y sin embargo, en las estadísticas sobre el analfabetismo, la mujer
ha dado un porcentaje de cultura muy superior al hombre en estos últimos cien
años. Ella, con verdadera voluntad de hierro, se introdujo en las escuelas, y
llegó a las Universidades teniendo que disfrazar su sexo vistiendo traje de
hombre, como Concepción Arenal, para poder demostrar, sin jactancia, que en las
mismas condiciones podía llegar a valer tanto corno sus ilusiones en listas de aspirantes
que no acaban de cubrirse; advirtiendo con él.
Hoy
el derecho de la mujer a la ciencia ya no se discute, y aun se la prefiere al
hombre en determinados ramos del saber; pero el esfuerzo que supone haber
conseguido esa rehabilitación en tan corto tiempo, no se le reconoce con
justicia. Volvamos a la Maestra nacional siempre postergada ante el hombre. Se
le exigen los mismos deberes; aun ha de aprobar cuatro cursos de labores en las
Normales; en oposiciones se les exige un ejercicio más, y sin embargo, no se le
reconocen los mismos derechos. Hubo un tiempo en cine se dio preferencia a la
Maestra para regir escuelas mixtas; casi todas las de esta provincia se
proveyeron en mujeres inteligentes y trabajadoras, que desempeñaron el cargo
con amor y constancia por la misérrima remuneración de 60 a 90 pesetas anuales.
(Yo regí la de Llanos deAlba, en esta provincia, por espacio de dos años,
recibiendo 90 pesetas por cada uno; tenía el Titulo Superior y unas oposiciones
aprobadas). Los pueblos estaban contentos; la Maestra no se dedicaba a otras
labores que a su escuela y sus niños; desempeñaba el cargo con fe, sin
ambiciones; pero se establecen las clamas de adultos sólo en las escuelas
regidas por Maestro; los pueblos protestan, se quita la preferencia a la
Maestra para las escuelas mixtas; y la mayoría elige Maestro por las ventajas
de una clase que a la mujer le estaba vedado desempeñar. Aun arrastramos la injusticia
del legislador. La niña no tiene clase de adultas donde afianzar los
conocimientos que adquirió en la escuela, siempre de prisa y con deficiencias por
que el hogar y las ocupaciones de la mujer la reclaman desde la más tierna
edad. Después si, se han creado clases de adultas especiales, en los Distritos
Universitarios; pero esto no resuelve el problema del analfabetismo de la mujer
más que en 11 poblaciones españolas, La Maestra, sufrida y silenciosa, no ha protestado;
no ha sabido alzar su voz pidiere reclamando
justicia equitativa; ha visto como las escuelas son ocupadas por muchos
Maestros que sólo esperan, para dejarlas, otro destino más lucrativo; ha
sentido como pasan los años, llevándose pena, que existen vacantes masculinas
por falta de personal que las solicite, y leyendo que algunas Secciones, ante
el problema, solicitan adjudicar a Maestras las plazas que por la causa
anterior quedan desiertas
Y
aún temen que se acceda a eso, ante la humillación de que el pueblo les dijera:
No quiero Maestra para la educación de mis hijas, porque necesito clase de
adultos para mis hijos. No hace ocho días, que al recoger una información
vecinal me decían las madres: —Firme usted por mí, señora, – ¿Es que ustedes no
aprendieron a escribir? Sí, pero como no volvimos a usarlo, después de salir de
la escuela, a la que pudimos asistir poco, se nos ha olvidado. Y, ¿se pretende
desterrar el analfabetismo cuando a la madre de familia se le ha olvidado
escribir? Es la madre la que se afana por enseñar a hablar a su hijo, le quiere
más que a su vida con un amor casi salvaje; ella entiende sus necesidades, sus
gustos y sus caprichos; pero teme que sufra porque no le comprendan los demás,
y se apresura a desatar su lengua y sus miembros con milagros de ingenio,
paciencia y perseverancia. No siente las necesidades del espíritu de su hijo y
por eso no se ocupa de ellas, dejando a manos mercenarias el cuidado de
satisfacerlas; para lo primero la ha preparado la naturaleza, para lo segundo
no la ha preparado la educación. Es menester que se corrijan las equivocaciones;
la mujer tiene la misma necesidad que el hombre de la cultura; las clases de adultas
son de más importancia y trascendencia para el hogar y la sociedad que las de
adultos. Si el Presupuesto económico del Estado no lo permite de una vez, repártase
equitativamente el beneficio, que no hay razón para una desproporción
humillante: León, por ejemplo, tiene 10 clases de adultos y ninguna de adultas.
Y, las escuelas mixtas que hoy existen servidas por Maestra, único centro de
cultura de los pueblos, ¿por qué no han de tener clases de adultos, mixtas
también? ¿Qué se teme? ¿No van juntos al baile muchachos y muchachas? Hace ya
un siglo, decía Concepción Arenal: « ¡Sería fuerte cosa que los señoritos
respetasen a las mujeres que van a los toros y faltaran a las que asisten a las
aulas! ¿Y, por qué habían de faltarles, si se habían educado juntos en la
misma, escuela y con la misma Maestra? Hoy ya asisten juntos los dos sexos a
todos los Centros de educación, ¿por qué separarlos solo en la escuela
primaria, única enseñanza que recibe la mayoría? Los peligros del instinto material,
solo se evitan educando el espíritu. Otra de las causas del analfabetismo es la
carencia casi absoluta de escuelas de párvulos; en esta provincia sólo existe
una en la capital, con más de 200 matriculados. A estas escuelas debería
mandarse un. Personal especializado; con locales y material convenientes, y
crearlas con profusión en los pueblos. Desde los tres a seis arios el niño está
abandonado en el arroyo, si no resta los otros mayores a la escuela unitaria
para que le cuiden, porque los padres no pueden dejar las faenas del campo. La
Maestra leonesa frente al problema del analfabetismo es una voluntad y un
corazón, pero quiere que se la proteja y ayude en la gran empresa. Oriéntesela,
dignifíquese; hágase llegar a ella una justicia amorosa y persuasiva. Que sea
la mujer la que dicte las leyes que ha de cumplir; que sea otra mujer la que
defienda sus intereses sagrados, la que la enseñe, la que la corrija, la qua le
muestre desinteresadamente el camino a seguir, ocultando entre las flores de
sus afectos las espinas de la ingratitud; que en el corazón generoso de otra
mujer pueda confiar sus inquietudes sin recelos, para abordar valientemente el
problema, que nos ocupa. Hablando de las aspiraciones de las Maestras de los
pueblos rurales, de esas enfermas de tedio y de abandono espiritual escondidas en
los valles leoneses, decía yo en la Asamblea de Inspectores de 1921, en la que
tuve a mi cargo la ponencia de la Inspección femenina: «Es conveniente,
necesario, ineludible e inaplazable que se creen tantas Inspecciones femeninas
como sean menester para que todas las escuelas públicas y privadas servidas por
Maestra sean visitadas y orientadas por la mujer; y vamos a dar la razón en que
se apoya nuestra afirmación categórica. Estamos en el siglo XX en que la mujer
de todos los países cultos reclama y obtiene iguales derechos civiles que el hombre,
los ansío para todas las españolas y temo que se los den antes de tiempo; anees
de que estén suficientemente capacitadas para que el libre ejercicio de los mismos
no sea un fracaso. Hay que prepararlas para que tengan base sólida en que apoyar
su libertad e independencia, nadie corno la mujer puede orientar y formar a la mujer.
Se equivocan los que piensan que el hombre está más capacitado; el hombre, cuando
mas, podrá formar mejor la inteligencia, pero el corazón y la voluntad de la mujer,
salo lo formará otra mujer de voluntad y de corazón». La Maestra forma la nueva
generación, es una madre más perfecta, sin el inconveniente del ciego instinto
y con la ventaja de la mayor cultura. La Inspectora es una Maestra de superiores
conocimientos; ella ve más amplios horizontes y dirige y orienta conforme a
exigencias sociales y necesidades de la época que por las circunstancias del
cargo conoce mejor; ella sólo debe abarcar la responsabilidad de la educación
femenina en su totalidad. Y nada de temores ni contemplaciones a la debilidad
de su sexo, debilidad sólo aparente y en la que se le ha hecho creer a fuerza
de repetírselo desde que ha sabido oír. Ella
es tan capaz como el hombre para desempeñar el cargo de Inspector con todos sus
inconvenientes y responsabilidades; pero hay que seleccionarla rigurosamente.
Se necesita una vocación decidida y puesta a prueba, porque de ella depende el
éxito del destino. La Inspectora, como el Inspector, debe llegar al último
pueblo de la provincia donde exista otra Maestra como ella para atentarla y
orientar su labor educadora. Debe tener una resistencia física capaz de contrarrestar
las mil incomodidades, poder caminar 10 o 12 kilómetros a pie sin cansarse.
Saber montar a caballo para recorrer más largas distancias por entre breña, y
matorrales, sin necesitar guía que lleve el ronzal; no preocuparse del frío ni
del calor, de tener que dormir en la mala cama de una taberna o comer unas
sopas de ajo, porque en muchas ocasiones no tendrá otra cosa. Debe preferir los
pueblos más apartados, porque allí hace más falta su labor. Debe tener por lo
menos 30 años; haber sido Inspectora interina bajo la dirección de un Jefe muy
capacitado, y tener una personalidad propia, capaz de imponer con su mirada al
hombre más libertino. No aceptará ni dentro ni fuera de la oficina y de la
zona, otras consideraciones que las .que la educación exige a los hombres entre
sí, de tal modo, que haga olvidar su sexo para que se vea en ella, sólo al
funcionario probo con todas las cualidades que se exigen para ser tal. Debe
tener formado el verdadero carácter mora], y sentir con tal fuerza el ideal
regenerador que todo lo posponga a la consecución do su fin. Su ternura de
mujer sólo debe desbordarse en la escuela; sencilla y acariciadora, debe
hacerse desear, y su visita constituir el premio a la aplicación perseverante
del niño y la Maestra. Sin egoísmos particulares con un amplio espíritu de
justicia, la aplicará serenamente, prudentemente, sin retroceder ante nada ni ante
nadie; teniendo para ella el mismo valor los vituperios, que las alabanzas,
ante la tremenda responsabilidad de su misión. La que no posea estas cualidades
será un fracaso. La Inspectora así formada, es la única capaz de abarcar la
responsabilidad de la educación de 1J a mujer que ha de formar al hombre y
servirle de compañera, y que, desde el hogar y la escuela, echará en firme los cimientos
de una sólida civilización, engrandecimiento de la España del porvenir. Y
aunque los Inspectores de hoy, posean todas estas cualidades, nunca su
actuación en la escuela de niñas, dará el rendimiento que de la Inspección
femenina puede esperarse.
La
diferencia del sexo; la falta de confianza mutua el respeto a la mujer, y la
protección y galantería impuestas al hombre por la naturaleza y la sociedad,
impiden, por lo menos, la compenetración de sentimientos y aspiraciones, cuando
razones de moralidad no hablan más alto interponiendo una valla infranqueable
entre el subordinado y la autoridad, que ha perdido su fuerza moral. El
problema del analfabetismo se resuelve con amor. Toda mujer lleva un niño
dormido en el .corazón, porque Dios lo quiso, dijo bellamente el poeta; el
hombre del siglo XX lo lleva despierto en la inteligencia, porque las necesidades
sociales se ]o exigen; pero yo afirmo categóricamente, con la experiencia de 32
años de vida profesional, y con la obsesión de un ideal que es mi vida: que-el
problema del analfabetismo solo se resolverá cuando se asocie la mujer a la
legislación de las leyes que regulan la enseñanza; -cuando de las manos de la
madre por la naturaleza, pase el niño a las de la Maestra, madre por la inteligencia
y el corazón; cuan.do por el amor espiritual se haya conseguido ahogar los
impulsos groseros del instinto; cuando desde la escuela se formen los niños para
un hogar consciente, y cuando desde el hogar consciente se haya formado una escuela
responsable.
CONCLUSIONES
Que se asocie la mujer a la legislación que regula la enseñanza primaria.
Construcción
directamente por el Estado, de casas viviendas para los Maestros, locales escuelas
dotados de material pedagógico y científico.
Preparación especial de
la Maestra, con miras al hogar y a la familia.
Establecimiento con
profusión, de escuelas de párvulos, con personal especializado.
Preferencia
a las Maestras para desempeñar escuelas mixtas, y que tanto éstas como las unitarias,
tengan clases de adultos y adultas.
Que
toda escuela pública o privada servida por maestra sea visitada y orientada, por
la inspección femenina;
Que
se reserven por lo menos la mitad de las vacantes de Inspección para ser provistas
en Maestros y Maestras en ejercicio, exigiéndoles las garantías que se estimen
convenientes.
Faustina
Álvarez
León,
17 de Agosto 1926
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