jueves, 18 de agosto de 2016

REFLEXIONES EN TORNO A LAS NORMAS DE URBANIDAD


(Francisco Trancón Pérez)  (doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación)


La práctica de las normas de urbanidad   en el pasado, constituían  un tratado de buenas formas y maneras, una guía de comportamiento en sociedad. Sin embargo, hoy se considera que este concepto es obsoleto, desfasado, que constituyen un conjunto de prescripciones inculcadas por determinados sectores religiosos y políticos, con la finalidad de adoctrinar a la infancia y de  crear una mentalidad sumisa y obediente en las niñas como futuras madres.
Ahora no se concibe esa práctica, no se tolera, ¿pero se debe obviar la importancia de la urbanidad como mejora de las relaciones entre las personas?
Las teorías más importantes de la filosofía política propugnan por recuperar el modelo griego de la polis, el de una sociedad más comunitaria. Entienden que los ciudadanos estén dispuestos a adquirir las virtudes o las cualidades necesarias para crear un clima de convivencia que les haga felices.
Para Aristóteles la finalidad única de los humanos era convertirse en un buen ciudadano. Erasmo de Roterdam, humanista, europeísta,  elabora pautas educativas relacionadas con la urbanidad que podemos leer en su obra moren civilytate puerilium
En un incompleto muestrario histórico señalo a  varios autores que  se han encargado del tema:   Escoiquiz (1899) en su obra Obligaciones del hombre, libro muy querido por Carandell que prologó una edición publicada por  Plaza& Janés  (1998) y otra de   la familia Cortés (de editorial Aguilar) publicada en el año 2000; Ezequiel Solana (1924), Pilar Pascual de San Juan, (1899), editorial Edelvives (1900), Carreño (1835); los maestros leoneses Antonio Matilla, Vicente Nieto (1920), etc.
Los manuales de buenas maneras tienen como objetivo, valiéndose de reglas, preceptos y recomendaciones regular la conducta y la afectividad individuales. Estos tratados inciden habitualmente sobre una serie de cuestiones: la satisfacción de necesidades fisiológicas, la compostura ante la comida en la mesa, el trato a los demás, la conversación o la vestimenta, enfocadas hacia el encuentro y el contacto público con otras personas.
Una publicación de la editorial Calleja de 1905, nos ilustra   sobre esta materia, intentando poner orden y jerarquía  entre términos de uso general: buena crianza, buena educación, cortesía, urbanidad, etc.
Indica el texto que la buena crianza se refiere al modo de comportarnos con nuestros semejantes y de ella se derivan como obligaciones la cortesía y la urbanidad. En cambio, la buena educación se refiere a uno mismo, ilustra la razón y perfecciona las costumbres a través de los impulsos de la atención y la política. La distinción me parece un tanto artificiosa.
La urbanidad ,como disciplina escolar, no ha sido considerada en sentido estricto, dentro de los planes de enseñanza, como una asignatura, sino más bien como una serie de recomendaciones o normas tratadas de forma trasversal  dentro del currículo escolar.
Tal vez la excepción la encontramos en el Plan general de primeras letras de 1825, en la que sí aparece integrada dentro del programa de enseñanza  como una dedicación de dos horas semanales.
Efectuando un recorrido a partir del siglo XX se observa que en el real decreto de 1901 se establecen materias en general, sin especificar la urbanidad;  el artículo 8º  de la Ley Primaria de 1945 indica que se fomentarán hábitos para la convivencia humana; en los Nuevos Cuestionarios de 1953 se dan unas orientaciones didácticas sobre urbanidad  con el título de Formación familiar y social, que no aportan nada nuevo, son una continuidad de lo establecido a finales del siglo XIX; sin embargo la Enciclopedia Álvarez dedica un apartado a la formación social de las niñas y otro a la formación nacional de los niños con contenidos copiados de otros manuales antiguos  o  de catecismos como el de Mazo.
En la ley general de educación de 1970 se establece el área de experiencias que dedica su atención tímidamente a la urbanidad. Pero en los estudios de Bachillerato, con relación a las alumnas,  aparece una asignatura denominada Convivencia social, texto editado por la Sección Femenina, con un contenido muy exhaustivo y riguroso sobre la urbanidad.
En el  Real Decreto 1513/2006, de 7 de diciembre por el que se establecen las enseñanzas mínimas para la Educación Primaria, con relación a la urbanidad,  se focaliza la atención sobre la  competencia social y ciudadana, que hace hincapié en saber vivir en sociedad, comprender la realidad social del mundo en que se vive y ejercer la ciudadanía democrática.
Se redescubren los valores en la educación  y algunos como los éticos, sociales, ecológicos, forman parte de los objetivos de la enseñanza en general.
Hoy la urbanidad ha superado los viejos presupuestos que servían de soporte para su realización. No colaborarán para identificar y, por tanto, a distinguir a los sujetos según su extracción social como nos recuerda Carmen Benso;  ya no existe esa dualidad que señalaba Pablo Montesino “una moral útil para el pueblo y otra  para la burguesía”, universalizando la urbanidad,  no son las gentes urbanas o “corteses” las que heredan esta concepción, sino que todos tienen acceso.
La urbanidad necesita una adaptación a nuestra época, a nuestra cultura. Nos indica  las consideraciones que debemos guardar con  los demás en las situaciones y casos que nos plantea la vida en sociedad y  curiosamente, una vez adquiridos estos hábitos, hace que nos sintamos más seguros, más felices.
Las normas de urbanidad no se encuentran en los códigos ni en las leyes, sin embargo, no se concibe una sociedad en la que no se respeten las formas y hábitos de convivencia y respeto.
El objeto de la urbanidad en la actualidad tiene un   campo de actuación muy amplio, a título orientativo propongo algunos.
En el colegio, señalando pautas básicas de convivencia .Es difícil encontrar a escolares que se disculpen, den las gracias, pidan perdón, respeten a los profesores, a sus padres,  etc. Posiblemente el acoso escolar se podría evitar en gran medida con la observación de estas normas.
En el cuidado a la naturaleza, mobiliario urbano, moderación y buenas formas en la circulación vial, en los espectáculos deportivos,  respeto a otras culturas, etc.
La administración va mejorando sus relaciones con los administrados, y con frecuencia nos sorprendemos gratamente con el trato amable que nos dispensan ciertos funcionarios.
La empresa en este sentido considera la práctica de normas de urbanidad como una inversión rentable. Sus empleados se están formando en relaciones sociales, para atender al cliente, prestarle ayuda, información, orientarle. Las azafatas de aviones, congresos, eventos, etc. son un ejemplo de amabilidad y trato exquisito.
En el ámbito político, donde precisamente se focaliza la atención del ciudadano con cierta intensidad, el espectáculo, en líneas generales, es decepcionante. La elegancia, el buen trato, la amabilidad, el respeto, factores elementales a observar en cualquier diálogo, no se prodigan.
Decía anteriormente que la observación de las buenas formas con los demás es considerada en la empresa con un factor de rendimiento económico. En cierta ocasión, asistí a una sesión de un congreso de Farmacia en Barcelona, en la que el tema era “Cómo mejorar las ventas, trato con el paciente”.
El ponente consideraba que el trato con el público debía ser atento, moderado, profesional y que la atención farmacéutica debía basarse en principios de cordialidad, dando muestras al paciente de no tener  prisa mientras se le atendía.
Habían observado que las farmacias cuyos empleados practicaban estas normas solían atraer más clientes que en otras cuyo trato con el público no era tan próximo.
Finalizaba que para llegar a estas conclusiones habían realizado un trabajo de investigación muy laborioso (la verdad es que no mostró ningún dato estadístico ni argumento científico).
No me pude contener ante tal asombrosa revelación y le dije (aún no sé, si obré bien)
-Lo que dice no es nada nuevo, nuestros antiguos lo tenían muy claro apelaban a este refrán: “más vale onza de trato que arroba de trabajo”




martes, 9 de agosto de 2016

LIBROS SOBRE TRATADOS DE URBANIDAD LEÍDOS EN LAS ESCUELAS A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX


(Francisco Trancón Pérez, Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, Inspector de Enseñanza)
Señalamos algunos de los más significativos de aquella época.

 Reglas de urbanidad y buena que convienes saber a todo hombre para saber vivir en sociedad

Ezequiel Solana. Editorial El Magisterio Español. Madrid, 1924



            Antecedentes al contenido de este libro lo podemos observar en el libro de Sabatier  “El amigo de los niños” (1892)
            El maestro Ezequiel Solana, prolífico escritor, nos dice en el prólogo de este libro que “a tal punto llega la importancia de la buena urbanidad que no pocas veces se confunde con la buena educación”.
Entiende que a todo el mundo interesa la buena urbanidad, en cuanto puede hacer la vida agradable y placentera.
Estima que es una obra necesaria en la educación escolar sobre todo “tratándose de las escuelas de niñas revisten una importancia mucho mayor, y ha de considerarse su enseñanza como imprescindible”.
El índice del libro registra estos capítulos:

Capítulo

          Tema

I
Urbanidad y su importancia
II
El aseo y la urbanidad
III
De los vestidos
IV
Actitudes y maneras
V
Del saludo
VI
Comidas y banquetes
VII
Del trato social
VIII
De las visitas
IX
De las conversaciones
X
Correspondencia epistolar
XI
De los viajes
XII
Bautizos, bodas y entierros
XIII
De la casa o vivienda
XIV
La modestia en el vivir
XV
Deberes recíprocos en sociedad


La estructura de cada capítulo es la siguiente:

Ø  Contenido de aspectos a tratar (título de cada capítulo)
Ø  Cuestionario sobre el contenido escrito
Ø  Fábula relacionada con el contenido
Ø  Vocabulario  de las palabras difíciles o poco conocidas.
Ø  Apartado especial dedicado a los niños.




Comentario sobre algunos aspectos

Las joyas.

Una joven debe llevar pocas o ninguna joya. El anular de su mano izquierda debe reservarlo exclusivamente para el anillo de boda.
            Entiende el autor que el gusto de una persona se revela más en la utilización de las joyas que  en el traje, si ha de llevarlas deben ser buenas, artísticas y usadas sin ostentaciones.
            El diseño para el hombre elegante es el siguiente: un anillo de boda o de recuerdo de familia; un alfiler de corbata artístico y valioso y una hermosa botonadura en los puños y pechera.

Algunas reglas con relación al saludo.

Para saludar, el hombre debe juntar rápidamente el talón izquierdo al derecho e inclinarse; la mujer debe saludar graciosamente, inclinando el busto y doblando un poco las piernas, para enderezar el cuello y adelantar el pecho.
            El superior es quien debe tender la mano al inferior; éste la debe estrechar afectuosamente a fin de mostrar el placer y el honor recibido.
            El hombre es quien ofrece la mano a una mujer , en el caso de encontrarla en la calle o en otro lugar, a menos que ésta no tenga superioridad por sus años o su jerarquía social.
            Una joven sola o acompañada, no debe detenerse en la calle a hablar con un hombre, salvo cuando éste sea muy conocido dentro del ámbito familiar.


La amabilidad en el trato

El autor critica a las personas que “son finas y amables en ciertas ocasiones, pero que se creen dispensadas del trato en otras”.
Aconseja que las personas  deben “mostrarse atentas con todo el mundo, esto es prueba de buena educación y de abrigar humanos y delicados sentimientos”
            Estima que tratar a las personas de inferior condición social con mucha ceremonia y seriedad acusa altanería, arrogancia y, en ocasiones, un vicio de educación, cuando no un carácter vulgar.
            Este proceder da origen a antipatías y resentimientos con sus funestas consecuencias.
            No obstante, recomienda que a los inferiores no debe tratárseles con demasiada familiaridad, absteniéndose de hacerles confidencias, guardando una respetable distancia,  apoya este argumento con el proverbio de que “no hay grande hombre para su ayuda de cámara”.

            Observaciones con relación a las tarjetas de visita

Transcribimos, por su singularidad, los mensajes que se podían  transmitir  a través de un código estricto sobre el uso de las tarjetas.
            “Una tarjeta doblada por el ángulo superior izquierdo indica despedida; doblado el ángulo superior derecho, visita; doblado el ángulo inferior derecho, felicitación; doblado el ángulo inferior derecho, pésame; doblados los dos ángulos superiores, comida; doblados los dos ángulos inferiores, baile; doblados los dos ángulos de la izquierda, boda; doblados los ángulos de la derecha, entierro; doblada la margen izquierda, recomendación; doblada la margen derecha, excusa.
            La tarjeta de luto riguroso, es negra; la de medio luto solo es negra la orla; la de alivio de luto lleva negro un filete estrecho o el ángulo superior izquierdo.” 



URBANIDAD PARA NIÑAS


Este libro es un tratado de urbanidad escrito por Pilar Pascual de San Juan (Barcelona, 1927). El destinatario son las niñas, aunque profundizando en el contenido se advierte que las más beneficiadas de su lectura son las jóvenes de una escala social bastante acomodada.
            La razón de estas observaciones las confirmamos leyendo el capítulo dedicado a las “Visitas”. Aquí se recomienda , refiriéndose a la utilización de tarjetas de visita, que “Toda persona que tiene algunas relaciones con la sociedad, debe proveerse de ellas ”. Aunque más adelante, matizando este asunto, indica que el “tarjeteo” solamente está admitido entre la aristocracia y la clase media, pues sirven únicamente las tarjetas para quienes tienen criadas con quién mandarlas.
            Otro apunte interesante, relacionado con el anterior, es que alude a las reuniones en las cuales “Es preciso suspender toda conversación al momento en que alguien se prepare a leer en voz alta, o recitar, cantar o tocar el piano u otro cualquier instrumento”.
            El libro está dividido en catorce capítulos y un resumen.
            Describe un amplio vademécum de normas, recomendaciones que debe observar la mujer desde su más tierna infancia hasta el matrimonio.
Estas observaciones suponen un amplio campo de actuaciones: el culto divino, la escuela, la limpieza, deberes para con los padres, los superiores, los iguales, los inferiores, urbanidad en la mesa, en las visitas, la correspondencia, etc.

La autora entiende que la urbanidad es “Un conjunto de reglas que debemos ajustar a nuestras acciones para hacer amable nuestro trato con la sociedad”.
Indica que la cortesía es más perfecta y esmerada que la urbanidad y el buen tono. Éste lo define como una cortesía convencional sujeta al capricho de la moda.
Sin agotar la temática del libro nos vamos a detener brevemente en El comportamiento de la niña en la escuela” y “En los deberes para con los padres”.
La niña, al iniciar la jornada, “Debe saludar a los directores y profesores, ocupar su lugar, sentarse con modestia, permanecer callada y ejercitar con esmero sus labores y demás trabajos, llevando bien estudiadas las lecciones”
En las relaciones con los propone, entre otras, estas pautas: “El saludo a los padres se debe hacer al verse por primera vez cada mañana, al despedirse para salir de casa, al regresar a ella, después de la comida y al acostarse por la noche; debe imprimir en su mano un respetuoso beso”.
El trato a los padres entre tú  o usted, no estaba muy definido, aunque la autora indica que se va imponiendo la costumbre de titear a los padres, ya que el pronombre “tú” es más cariñoso, sin que ello suponga, de parte de los menores, falta de atención y de respeto”.
La niña no debe replicar a sus padres cuando le manden alguna cosa, ni excusarse de hacerlo por ningún motivo.
No debe resaltar los paternales defectos “Antes disimularlos y con graciosa indulgencia, como esas plantas trepadoras que cubren con flores y follaje la ruda corteza del árbol en que se apoyan”.
El libro, obviamente,  refleja la tendencia de aquella época en modas, costumbres, ideología, que pretenden definir el ideal de una mujer instruida, que para la autora, acompañados de bondad y  el talento “Forman un conjunto bellísimo y sublime, que Dios mira con agrado y la sociedad ama, admira y respeta.”


CARTILLA MODERNA DE URBANIDAD. Editorial FTD, Barcelona 1932.

            La singularidad de esta cartilla, está precisamente en las ilustraciones, que son de dos tipos: representación general de una escena (grabado)  e historietas ilustradas (normalmente cuatro por cada página). Los dibujos van en color negro y rojo.

            El índice es el siguiente.

Capítulo
        Tema
I
De la buena educación
II
Del acto de levantarse y del aseo
III
La educación en la calle
IV
En el colegio
V
En la mesa
VI
En el juego
VII
En el paseo
VIII
En las visitas
IX
En los viajes
X
En el templo
XI
De la piedad
XII
De la caridad
XIII
De la docilidad
XIV
De la laboriosidad
XV
De la modestia


            El libro va dirigido a las niñas y presenta algunas semejanzas en cuanto a los temas abordados por el de Ezequiel Solana.

La estructura del libro observa la siguiente metodología:

Ø  Título del capítulo
Ø  Preguntas y respuestas acerca del contenido del capítulo
Ø  Comentario ilustrativo ( en forma anécdotas, historia, narración, cuento, etc.)
Ø  Viñetas ilustrativas y narrativas relativas al contenido del capítulo.

Algunos ejemplos sobre los diálogos iniciales de cada capítulo.

Capítulo IV, en el colegio.
1.     ¿Qué hace la niña bien educada al llegar al colegio?.
Va a saludar cariñosamente y con pocas palabras a la señora maestra.
2.    ¿ Cómo se porta en cuanto se da la señal de ir a clase?.
Suspende el juego y la conversación, y se encamina al aula en la forma que está mandado.
3.    ¿Cuál es la mayor obligación de la discípula?
Respetar y obedecer a la maestra.
4.    ¿Qué postura guarda en clase la niña bien educada?.
Ordinariamente está sentada sin cruzar las piernas o alargarlas desmesuradamente.

Finaliza el libro con unos pareados de Francisco Martínez de la Rosa, bajo el título “ Espejo de la niña”.