domingo, 19 de febrero de 2017

CINCO LORITOS (cuento de Ana García de Motiloa)


  

Presentación de un cuento de Ana García de Motiloa

(publicado en EL CORREO-LA OPINIÓN DE ZAMORA, el 17/07/2017)

Estudios de actualidad,  referidos a las limitaciones que  en el campo de las actividades diarias sufre el niño como consecuencia de una hospitalización, revelan que las secuelas psicológicas están presentes en estos pacientes, pero que pueden  ser contrarrestadas, compensadas o prevenidas mediante diversas actuaciones pedagógicas y terapéuticas.
Una de las medidas más relevantes puestas en marcha por las diversas  administraciones autonómicas es la creación de aulas hospitalarias, con la  finalidad  de paliar los efectos negativos que la situación de enfermedad e internamiento puedan ocasionar en el proceso de maduración, desarrollo y aprendizaje del alumnado enfermo.

Con el fin de proporcionar  a estos pacientes en edad  escolar, durante  su estancia de recuperación y  para que no pierdan el ritmo y sufran un retaso escolar,  las aulas hospitalarias desarrollan una metodología centrada en la individualidad de cada niño y adaptada a sus necesidades específicas.

Como recuerda Serradas Fonsecas, citando a Geist (2002), “los admirables logros técnicos de la medicina moderna parecen eclipsar en gran medida, los aspectos humanos del tratamiento de la enfermedad. Sin embargo, no debemos olvidar que la psicología y la humanidad del tratamiento son especialmente necesarios en la preparación y cuidado de las criaturas, durante y después de la hospitalización”.

Voy a describir un trabajo específico desarrollado en un aula hospitalaria, referido a la creación de cuentos dirigidos a niños hospitalizados, enfermos en sus casas y en general  al mundo infantil.

La autora, Ana García de Motiloa  Gámiz fue profesora durante 23 años en el aula educativa del Hospital Universitario Araba (HUA), sede Txagorritxu, en Vitoria, sus cuentos pensados para niños hospitalizados, han sido editados por Osakidetza y el Departamento de Educación del País Vasco  en agosto de 2015.
Estas publicaciones no se comercializan. No obstante, se puede consultar su contenido en internet en esta dirección:
“Cuentos para el hospital-Osakidetza”. Al final de la guía informativa en PDF, se indican dos enlaces  para acceder a los cuentos,  escritos en euskera y español, aunque en la edición impresa está traducida a cinco idiomas: español, euskera, francés, inglés y árabe.
Las ilustraciones muy elaboradas tanto en el dibujo como en el color son obra de las hijas de la autora Raquel y Maialen Gonzalo.

Ana García, con la que he tenido la oportunidad de hablar  directamente  de sus experiencias en la faceta de educadora y escritora de cuentos infantiles,  indica que  éstos constituyen parte de una colección de seis títulos adaptados a niños de educación infantil, extensivos también al primer ciclo de educación primaria.
Resalta que  “he procurado utilizar el humor en los cuentos como estrategia educativa para ayudar a los niños enfermos a afrontar de forma menos traumática los sentimientos y emociones hostiles”

Cinco Loritos, tiene como finalidad,  mitigar y en cierta medida controlar emociones con  gran carga afectiva: miedo, angustia, soledad, etc., utilizando el cuento como medida terapéutica de probada eficacia. Utiliza en sus narraciones como protagonistas personajes ficticios, adaptados a la sensibilidad infantil, con los que se identificará y  le servirán de guía para comprender su enfermedad, mediante el conocimiento directo del entorno, afianzando la confianza y desmitificando la angustia durante su estancia hospitalaria.
“Don Hospital”, personaje básico inicia el relato que complementa esta primera entrega de cuentos, junto con estos protagonistas: “Doña Pincha Jeringa,” “Don Tensio Metro”, “Don Mendo Fonendo”, “Don Depre Sor” y Don Oto Escopio”, referentes de instrumentos quirúrgicos con los que el niño toma contacto,  y hace que la carga negativa de sus actuaciones  resulte más soportable para el escolar hospitalizado.
Nos introducimos- como espectadores-en el interior de las páginas para traducir las palabras  y los colores brillantes de sus ilustraciones en imágenes y sensaciones que conforman un  universo donde la alegría, el amor y la ilusión devuelven la sonrisa  y encienden una luz de esperanza en los niños.
“Don Hospital” abre la puerta a este rincón de la fantasía, mostrándonos su casa que “se hace grande, grande, grande para que los niños y niñas puedan estar cómodos en sus camitas”
“Doña Jeringa” a pesar de la agresividad de su oficio “no le gustaba nada, nada, nada hacer daño a los niños y niñas y se iba contenta,  porque gracias a su labor ellos estarían mejor”.
 Los demás personajes que van apareciendo en los diferentes cuentos, son asumidos por los niños con curiosidad y expectación. “Don Tensi” ilustra a los pequeños  con una incipiente lección de fisiología humana, indicando “cómo circula la sangre por el caminito de las venas”.
Utiliza un lenguaje de frases cortas, de fácil lecturabilidad y comprensión. Las palabras adquieren  una singular significatividad, constituyendo un potente medio que consigue estimular la sensibilidad del enfermo, con la ayuda complementaria de las ilustraciones que ocupan una página entera, adaptándose con perfección al contenido escrito
La valoración de estos cuentos, se ha realizado de forma empírica en el contacto diario con alumnos, padres y personal sanitario, quienes indican que uno de los efectos más notables observados es la disminución de la  ansiedad, coinciden en  este aspecto con los estudios realizados por Eason y colaboradores (1985). Otro científico como Pericchi (1983), señala que la labor de hospitalizar significa originariamente acoger o poner en lugar seguro, en definitiva, asegurar al niño una tranquilidad estable, “que bien puede ser a través de la narrativa de cuentos o transmisión oral de los mismos”…. “todo ello ayuda a desarrollar una dimensión socializadora, evitando el aislamiento tanto psicológico como físico del niño hospitalizado con otros pacientes infantiles de su entorno”
Podemos concluir que los cuentos de Ana cumplen aquel adagio pedagógico, que no por antiguo deja de ser real: “enseñar deleitando”

(F. Trancón)


































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